sábado, abril 30, 2011

SECTOR 7

¿En manos de quién estamos?

José I. Delgado Bahena

Hace una semana comentaba sobre la situación tan grave de inseguridad que estamos viviendo en México y me remitía a épocas pasadas en las que nuestro sistema judicial estaba tan podrido que, en ese entonces, no sabíamos de quién cuidarnos: si de los delincuentes o de la policía.
Ahora, en los albores del siglo XXI, cuando se supone somos una civilización que aspira a dejar la etiqueta tercermundista que, en honor a la verdad, es más que merecida, nos encontramos navegando en un mar de desilusión y desencanto por la confianza perdida en las instituciones encargadas de tomar las decisiones más importantes para el desarrollo político, social-cultural y económico del país.
Tal parece que la meta no es propiciar una convivencia armónica y confiable entre los mexicanos, sino seguir favoreciendo las viejas prácticas que nos conducen a un estado que raya en la barbarie; es decir: vivir en la incultura, el salvajismo, la brutalidad y la crueldad.
¿Cómo sentirnos protegidos por gente sin escrúpulos que sólo buscan la manera de extorsionar a los ingenuos ciudadanos que ponemos en sus manos nuestra estabilidad?
Pocos son los que realmente arriban a algún cargo público con la verdadera intención de servir con lealtad y justicia la tarea que se les encomienda. Sin duda, los hay. Tenemos diputados, senadores, generales, comandantes, presidentes municipales y maestros, por ejemplo, que trabajan llevando como estrella el cumplimiento de su deber; pero nadie podrá desmentir una gran verdad: son los menos, porque la mayoría sólo espera los días de quincena para cobrar un inmerecido salario que sale de los impuestos de quienes cumplimos nuestras obligaciones fiscales y, con derecho, debemos reclamar honestidad en sus obligaciones.
En el caso del magisterio, pienso que, quienes están en el área administrativa, si se les encarga propiciar acciones que tiendan a mejorar el logro educativo, deberían realizar una planeación acorde a las necesidades de la región en la que se encuentran, desarrollar las actividades programadas y evaluar los resultados para corregir errores y rectificar rumbos. Sin embargo, sin el afán de molestar a nadie, se advierte un desinterés total por esta visión de su misión y es común encontrar en las oficinas educativas a grupos de personas que llegan cada día en plan de convivencia social, de comercio o para establecer las relaciones públicas que les permitan “hacer como que hacen” y dejar que el tiempo pase para que, al final del año, se limiten a hacer un reporte ficticio de un cronograma de actividades, también ficticio”, que da resultados, por supuesto, falsos, sobre actividades que jamás se llevaron a cabo.
En otro caso: un amigo mío me platicó que tiene dos sobrinos que son mecánicos. Un cliente de ellos les llevó a reparar un auto que, sin que ellos supieran, estaba sin legalizar en nuestro país.
Cuando el auto estuvo listo, le llamaron al cliente para que viniera y le demostraran que ya estaba en condiciones de ser utilizado. Para probarlo, uno de ellos lo arrancó y se fueron los tres a la carretera para que el cliente quedara convencido de su trabajo y así les pagara la mano de obra por la reparación.
Lamentablemente, en esa acción se encontraron con una patrulla de la policía federal de caminos que les ordenó se detuvieran y, al encontrar, los agentes, que el auto no estaba legalizado, decidieron llevarse a los dos hermanos y al dueño del carro en calidad de detenidos a una agencia del ministerio público.
Mi amigo dice que siempre estuvieron confiados en la justicia y que estaban seguros de que sus sobrinos saldrían a la brevedad y que, incluso, les ofrecerían disculpas por haberles hecho perder un tiempo valioso para ellos, ya que otras unidades esperaban en su taller.
Cuál sería la sorpresa con que la responsabilidad en la situación ilegal del auto recaía en uno de los muchachos quien, por ir manejándolo, debía quedarse en calidad de detenido y dar la cara ante los agentes del ministerio público.
No hubo forma de hacer entender a los oficiales quienes se limitaban a respaldarse en no sé qué artículo que obligaba a su sobrino a responder por la acción de conducir un auto ilegal, aún cuando el dueño se encontraba con ellos.
En fin; creo que ustedes ya sospechan cuál fue el desenlace. Sólo les aclaro que los mecánicos están libres, sin ningún cargo; el dueño del auto también, y no tuvieron que dar algún dinero eh, no sean mal pensados. Quién sabe qué documento firmaron, y salieron libres. ¿Cómo le hicieron? Ustedes imagínenlo, no es difícil.
Así estamos.


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miércoles, abril 27, 2011

MANUAL PARA PERVERSOS

No tuvo suerte.

José I. Delgado Bahena


Definitivamente −me dije, cuando lo vi tirado, asfixiándose−, no tuvo suerte.
Pero, además, Rafael mismo labró su destino. Desde que empezó a cambiar sus actitudes hacia mí, dejé de amarlo y supe cuál sería su final.
No sé cómo pero me envolvió con su galanura, su labia, su perfume caro y su habilidad en la cama; sin embargo, hizo dos cosas que nunca debemos perdonar las mujeres: me fue infiel y me golpeaba.
Le podía pasar todo: que se quedara con la mayor parte de lo que ganaba en el despacho y me diera poco dinero para el gasto, que llegara con sus amigotes a tomar sus botellas de licor y sus cervezas, que no me sacara a pasear y que me levantara en la madrugada, cuando llegaba de sus reuniones, para que le diera de cenar. Todo eso le aguanté. Pero desde que supe que andaba de coscolino con la secretaria del bufet de abogados donde trabajaba con sus amigos Ricardo y Antonio, comencé a tenerle un odio tan grande que creció cuando le reclamé y se atrevió a golpearme.
Aquella primera vez me fui de la casa a vivir con mis padres, pero a los dos meses llegó a buscarme y a pedirme que lo perdonara; hasta se hincó delante de mis viejitos, para que yo volviera con él, y me prometió que me iba a dejar trabajar en la estética donde me conoció y luego, cuando me pidió que viviéramos juntos, tuve que dejar porque ya no le parecía que yo “acariciara el cabello de otros hombres”. Lo malo fue que le creí. No cambió, al contrario: comenzó a emborracharse más seguido y me pegaba por cualquier cosa. Ya ni hacía el intento de irme a mi antigua casa, ¿para qué?, sólo era llevarles mortificaciones a mis padres.
Por eso, sabiendo que nunca dejaría de tratarme peor que a una bestia, me puse a pensar en la mejor manera de regalarle su boleto de ida al panteón. Tenía que ser de tal forma, tan bien planeada su muerte, que debía parecer un accidente.
Primero fui con los hierberos del mercado a preguntarles sobre algunas plantas que me ayudaran a terminar con un tejón que estaba terminando con mi jardín.
Uno de ellos me vendió una bolsita con semillas de “hueso de fraile”. Me dijo que una noche las espraciera sobre la tierra y que al siguiente día iba a recoger al animal bien muerto.
Lo que hice fue mezclarlas en un licuado de plátano que Rafael me pidió como desayuno antes de irse al despacho. Como a las dos horas me llamó su amigo Antonio para avisarme que se lo habían llevado de emergencia al hospital con una taquicardia que lo tuvo encamado durante veinte horas, y a mí, a su lado, cuidándolo.
Por esos días, mientras arreglaba los rosales, una abeja me picó cerca de mi ojo derecho y a los pocos minutos lo tenía cerrado de lo hinchado. De por sí ya no era raro que yo trajera así los ojos de tanto llorar y por los golpes que Rafael me daba; así que me aguanté, me puse un poco de crema dental para aminorar las molestias, seguí con mis labores cotidianas y pensando en la manera de deshacerme de él.
Pero ayer fue su día de mala suerte.
Ricardo y Antonio organizaron una parrillada en un balneario que está como a veinte minutos de la ciudad, por la salida a Teloloapan; como sus amigos son solteros, llevaron a sus novias, como invitadas, y yo tuve que asar la carne y las cebollas, preparar la salsa y calentar las tortillas.
Desde que llegamos al lugar destaparon las primeras cervezas y se pusieron a beber. Las chamacas nomás veían que yo estaba en chinga encendiendo el carbón pero no se acomidieron, se fueron a poner sus bikinis y se metieron a la alberca.
Cuando ya casi vaciaban la hielera que llevaron repleta de bebidas, me pidieron que les sirviera de comer. Rafael tenía en sus manos una cerveza, a medias, y la puso cerca de la carne donde −a saber cómo llegaron− estaba un montoncito de abejas. En ese momento me di cuenta que no habíamos bajado del carro los platos desechables. Le pedí a Rafael que fuera por ellos y aceptó. Entonces, discretamente, aprovechando que sus amigos estaban besuqueando a sus novias, con una tapa de la coca que yo me tomaba, atrapé dos abejas y las eché en la cerveza de Rafael. Cuándo él regresó con los platos, todo sudado por el calor que hacía, lo primero que hizo fue darle un trago enorme a su cerveza y se la terminó.
Inmediatamente arrojó el envase al pasto y se llevó una mano a su boca. Con un dedo sacó una de las abejas que le había quedado atorada en la garganta. Sus amigos se acercaron a atenderlo al ver que hacía intentos por vomitar.
Cuando le pasó el susto, pidió otra cerveza y se la tomó dizque para quitarse la molestia de la garganta por el piquete de la abeja; pero, a los pocos minutos, se llevó las manos a la boca con la angustia reflejada en su rostro al no poder respirar; se tiró al piso, pataleando con desesperación, y ahí lo encontraron los paramédicos de la Cruz Roja que llegaron a auxiliarlo atendiendo la llamada que hicieron los dueños del balneario.
Poco pudieron hacer por él. Murió en el camino a la ciudad, asfixiado por la hinchazón que le provocó el piquete de la abeja que, en ese día de su mala suerte, le picó en la laringe, como el medio que Dios dispuso para hacerme justicia.


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miércoles, abril 20, 2011

MANUAL PARA PERVERSOS

Y tu mujer también.

José I. Delgado Bahena


Aquella noche del pleito, Jesús y Pedro habían llegado juntos al billar del centro en busca de una de las tres mesas de pool con las que contaba el local. Como estaban ocupadas, decidieron distraerse un rato jugando dominó y tomándose unas cervezas. Al calor del juego y con cinco “indios” en el estómago, comenzaron las indirectas y las habladas.
−La mera verdad, Chucho –le dijo Pedro a su hermano−, tu vieja te hace güey.
−¿Te consta? –le preguntó Jesús mientras dejaba la mula de seis en el centro de la mesa y le daba un gran trago a su sexta cerveza.
−Pues… tanto como eso, no; pero, pues… todos en el barrio lo comentan.
−Ah, pues cuando te conste me lo dices; mientras, cierra el hocico.
−Bueno, pues ya que te enojaste, encabrónate bien porque, pues… la neta: a mí ya me dio entrada y, aunque sólo fue una vez, pues…, no soy el único.
Jesús guardó silencio. En ese momento, el mingo de una mesa cercana llegó rodando hasta sus pies, se agachó a tomar la bola y se la entregó al mal jugador que casi rompe el paño con el taco al hacer un mal tiro. “Ponle cosmético güey”, se oyó que gritó su compañero de juego.
−¿Qué piensas? –interrogó Pedro a su hermano quien disimulaba su consternación revisando las cuatro fichas que tenía en su mano izquierda, mientras, con la derecha, hacía girar otra sobre la mesa.
−No sé para qué me lo dijiste –respondió apretando los dientes y retándolo con la mirada−. Mejor te lo hubieras guardado. Tienes razón: ya me encabroné. Pero no te preocupes, no es contigo, sino con ella. Al fin pues… tú eres hombre y ella es una guanga, si no es contigo, es con otro… o con otro. ¿Dónde lo hicieron?
−No me lo vas a creer, hermano, fue en la iglesia. Ya era tardecito, pasé a persignarme y ahí estaba, sola, sentada en una banca. Cuando me vio, me dijo que me sentara junto a ella; lo hice y al estar tan cerca pues… puso su mano sobre mi pierna y…
−¿Ya no quieren jugar pool? –les interrumpió Mauro, el viejo coime que administraba las mesas de billar.
Los dos hermanos se levantaron, se dirigieron en busca de un taco y acomodaron las bolas en los puntos señalados.
−Tiras primero, “pichón” –le dijo Pedro a Jesús con una sonrisa irónica.
−¿Por qué “pichón”, si aún no me ganas el primer juego?
−Ah, porque eso eres. Además te doy el quince y las malas.
−¿Te crees muy bueno, sólo porque eres mayor que yo y tienes una buena chamba en el C4? –reviró Jesús soltando su coraje en el golpe del taco sobre el mingo que chocó contra la bola 3 y la embuchacó en la esquina izquierda de la mesa.
−Claro que no sólo por eso. Sabes bien por qué lo digo –contestó Pedro llevando a Jesús su cerveza que había dejado sobre la mesa del dominó.
−Pues… ¡salud, socio! –dijo el hermano con una sonrisa a la que Pedro no le halló significado.
“Tómate esta botella conmigo y en el último trago nos vamos…”, se escuchaba en la sinfonola, “quiero ver a qué sabe tu olvido…”, cantó Jesús, continuando la composición de José Alfredo.
−¿Ya no estás encabronado? −le preguntó Pedro mientras acomodaba el mingo que había caído en una buchaca, tras el tiro de Jesús.
−¿Contigo? No, güey. Ya te dije: es con ella. Sabes que te quiero un chingo y te perdono porque sé que si yo lo hubiera hecho… también me perdonarías –respondió Jesús al tiempo que le daba un gran trago a su cerveza.
−Pues… no estés tan confiado. No es lo mismo. Tu vieja, de por sí es una enredadera, pero con la mía no te metas.
−¡Huy, Pedrito! ¿Y, si te dijera que tu mujer también es una cuzca?
−No te creería. Sólo estás tratando de desquitarte.
−Pues, mira –dijo Jesús acercándose al hermano y recargándose en el taco−: la mera verdad, también yo me metí con la Hortensia, y no fue una vez, sino varias. Al principio yo no quería, pero ella insistió. Un día casi nos sorprendes. Acuérdate: aquella ocasión en que llegaste con el taxi y yo estaba en tu casa. Tu hija estaba en la escuela y te dije que había ido a ver si tenías un desarmador de cruz. Si no me quieres creer, es tu problema, no el mío. Pero, pues…
No concluyó Jesús con su explicación. La bola número diez, lanzada por Pedro con toda su fuerza, se estrelló en su boca rompiéndole tres dientes. De inmediato, con el taco que tenía entre sus manos, respondió la agresión y descargó tal golpe en la cabeza de Pedro que le abrió una herida por la que comenzó a escurrir un río de sangre. Los demás jugadores, y los que sólo se embriagaban en el billar, corrieron a refugiarse de los proyectiles que los hermanos se lanzaban.
Mauro, el coime, tomó el teléfono y llamó al 066 solicitando la policía preventiva. Cuando ésta llegó, un desdentado Jesús le había destrozado la cabeza a su hermano quien se encontraba recargado, sin vida, sobre una de las mesas de billar.


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lunes, abril 18, 2011

SECTOR 7

La inseguridad segura

José I. Delgado Bahena


Hace algunos años, cuando vivía yo en la Cd. de México y durante el negro periodo de inseguridad que se vivió mientras estuvo al frente de la policía el general Arturo Durazo, el temor que te invadía, si por alguna razón andabas a altas horas de la noche en la calle, era el encontrarte con alguna patrulla policiaca que no te garantizaba tu seguridad ni te ofrecía el apoyo que requirieras.
Siempre tuvimos la sensación de que los elementos policiacos te iban a asaltar −y de alguna manera lo hacían− ya que, si te detenían, te inventaban algún delito, o al menos la sospecha, y te extorsionaban para no llevarte detenido.
Fue una época en la empezaron a escucharse frases como: “La sociedad va en decadencia” y “Los valores se están perdiendo.” Entonces, se empezaron a buscar soluciones que enfocaban las metas hacia los cambios administrativos en las instituciones, pero sólo de forma, no de fondo.
Después se pusieron de moda las “uniones libres” en las parejas, rompiendo con esto el esquema tradicional del núcleo familiar que era “la base de la sociedad”.
En fin, se fueron dando tantos cambios en las relaciones sociales y en la convivencia de los individuos hasta llegar a la época actual en la que predomina la idea de los noviazgos fugaces, a temprana edad, y los “amigos con derechos”.
Todo estaría bien si no se hubiera perdido el mayor de los valores: el respeto, y no se hubiera ensuciado tanto el más bello de los sentimientos: el amor.
Aunado a todo esto: la desatención familiar hacia la formación de los individuos que serían “las futuras generaciones”, la falta de responsabilidad del gobierno en materia educativa y las escasas oportunidades laborales para la población, o mal pagados, en el mejor de los casos; en los últimos años se ha soltado la versión de que el mejor empleo es aquel que te ofrece una vida fácil que te lleva a conseguir grandes cantidades de dinero a costa de la salud de los demás, es decir practicando la actividad delictiva del narcotráfico.
Es común escuchar entre los jóvenes, con sus grabadoras a todo volumen, o en sus celulares, corridos que hacen alusión a historias sobre los grandes jefes de los cárteles y emulan una forma de vida que les hace creer ser parte de la banda.
Pero, a veces, lo son. He ahí el problema. Y el peor amigo de la corrupción de la juventud es el que le facilita la entrada a este mundo que no tiene salida.
¿Y, de quién es la culpa?
La respuesta fácil es: de todos.
Pero sin duda hemos olvidado la máxima que dice: “Educad al niño para no castigar al hombre”.
Se habla de reforzar los grupos policiacos y militares, de implementar acciones que sigan en este camino pedregoso de una lucha sin fin y sin cuartel, de legalizar las drogas, de operativos carreteros, de operativos en las escuelas; pero… ¿y la educación?
¿Por qué no se revisan los planes y programas, o se reforman de manera que la mayor carga de actividades se concentre en la FORMACIÓN INTEGRAL del ser humano? ¿Por qué no se replantean los propósitos educativos con una misión y una visión con acciones para ya no tener tantos “ninis” en México?
Después de todo, si tenemos delincuentes y holgazanes entre los jóvenes, es porque no supimos encauzar, los adultos, la formación de estas personas cuando fueron niños.
Pero si los maestros, en las aulas, apuntan siempre a conseguir los mejores lugares de sus alumnos, en conocimientos, y se olvidan de la atención de los pupilos desconcentrados, faltistas, “ausentes” e indisciplinados, seguiremos teniendo los mismos resultados: unos pocos manejando las vidas de las mayorías y disfrutando (esos pocos) de la mano de obra barata y de la explotación que, por inercia, se da hacia aquellos que fueron olvidados en su niñez.
Así que no hay de otra: unirse al reclamo popular y de la lucha que el poeta Javier Sicilia encabeza después de que su hijo Juan Francisco Sicilia, fuera encontrado muerto, atado y torturado y, desde donde estemos, lanzar también un ¡YA BASTA!, porque de seguir así: en la barbarie, dentro de poco, lo único que tendremos seguro es la inseguridad.


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sábado, abril 16, 2011

AYER Y HOY

Ayer confié mi corazón
sobre la incertidumbre
de una nube viajera
y me enamoré en el camino
de un río de llanto.
Hoy guardo la amargura
de aquella ilusión precoz
y siembro caracoles
en las almas ingenuas
que se atreven
a buscar en mi pantano
un escape a su desaliento.
Ayer yo era el hilo de la serpiente
que deshacía los miedos
lloviendo espinas
y escribí una historia de amor
con las últimas gotas
de dominio.
Hoy soy el destructor de la noche
y enciendo hogueras
en la cima de mi orgullo.
El universo rueda sobre mi cabeza
sé que pronto estallará
y la fábula será otra.
Con rencor todo se puede.

miércoles, abril 13, 2011

MANUAL PARA PERVERSOS

Unidad 069

José I. Delgado Bahena


−¿No te parece que ya es tiempo que decidas qué te importa más: si tu cargo como dirigente de tu gremio, o tu familia, a la que cada vez conoces menos? –le dijo Marcela a un asombrado Adulfo que no sabía cómo considerar las palabras de su mujer.
−Pero… amor −respondió−, ¿no crees que esto que dices sea un tema que ya habíamos agotado? ¿Por qué supones que no extraño las tardes junto a ustedes? ¿Imaginas, además, que no me duelen los mensajes de la niña, al preguntarme si ya comí?
−Pues no lo creo; si así fuera, comerías con ella cuando llega de la escuela y la apoyarías con sus tareas. Pero no, son más importantes tus asuntos que tus hijos y yo. Ah, y ni pienses que me trago el cuento de tus malditas reuniones hasta muy tarde a las qué, según tú, tienes que asistir para conseguir que te den un permiso de taxi.
−Así es, corazón, créelo. No sé por qué sales con eso ahora. Hasta pienso que sólo buscas un pretexto para pelear. Si de eso se trata, mejor suelta la sopa de una vez.
−Ah, ahora resulta que yo soy la bruja del cuento. ¿Sabes? ¡Ya me tienes harta con: Alfa por aquí, Alfa por allá...! ¡Hasta dormido hablas de los taxistas!
−Mejor me voy –escupió Adulfo las tres palabras sobre el rostro de Marcela para cerrar una conversación en la que ninguno cedía hacia los razonamientos del otro. Tomó las llaves del automóvil con número económico 069 que manejaba en su trabajo de taxista y salió de la casa dejando a su mujer con una mirada expectante ante la huida del marido.
Comenzó su recorrido del día yendo hacia la colonia del Seguro para hacer su primer servicio. Al llegar al domicilio donde recogía a Irene, quien trabajaba en la tienda de autoservicio que queda cerca del mercado, vio su reloj y se dio cuenta de que la discusión con su mujer le había hecho perder quince minutos. Se disponía a tocar el claxon cuando Irene salió y subió al auto. Sin hablar, la mujer abrió su bolso y con una habilidad que Adulfo constató a través del espejo retrovisor, comenzó a transformar el aspecto de su rostro con una base de maquillaje, primero, y con delineadores, polvos y lápiz labial después. Por último, observó el taxista, Irene sacó una cuchara plateada con mango azul y se rizó con ella las pestañas, logrando, de esa manera, el último toque que dejó una mujer distinta a la que había subido.
Antes de llegar a la tienda, Adulfo advirtió que estaban sobre el tiempo de llegada de su clienta a su trabajo, de manera que tomó un atajo por un callejón para arribar, en sentido contrario, por la calle que los dejaba justo en la puerta de la tienda.
Al estacionarse, un agente de tránsito, que había observado la maniobra del taxista, se acercó a la ventanilla del auto y Adulfo depositó, en su mano derecha, cinco de los veinte pesos que había cobrado por la dejada.
En ese momento, otra mujer de, aproximadamente, cuarenta años, le solicitó el servicio. Bajó del auto y abrió la puerta del asiento trasero para que subiera pero ella rechazó el gesto y, mientras se lo agradecía, abrió la otra puerta delantera para ubicarse a un lado de Adulfo.
−Gracias joven –dijo la mujer−, ojalá todos los taxistas fueran tan amables como usted.
−No hay de qué, señora, estamos para servirle.
−¿De veras…? –preguntó ella con un tono que consternó a Adulfo.
−Bueno… −contestó él−, siempre y cuando se trate de nuestro trabajo.
−Sí, claro. No seas mal pensado. Entonces… ¿me llevarías detrás de mi marido para ver qué hace cuando me dice que va a su trabajo y…?
−Mire –le interrumpió Adulfo−: no lo tome a mal, usted no tiene que darme explicaciones; me paga el tiempo que tardemos y lo demás es cosa suya. Dígame a dónde la llevo, por favor…
−Bien, amigo, me gusta tu discreción; porque hay algunos compañeros tuyos que mejor ni te digo… Déjame a un lado de la iglesia de la Santa Cruz y ahí mismo te espero mañana, a las cuatro de la tarde, no me falles.
Al siguiente día, cuando Adulfo llegó para hacer el servicio que le había solicitado la mujer, ya lo esperaba ella a un lado de la iglesia; inmediatamente subió al taxi y se escondió en el asiento trasero.
−No tarda en salir –dijo la clienta−, es un Tsuru negro, lo sigues sin que se dé cuenta.
Al pasar el auto mencionado, Adulfo pudo ver, frente al volante, a un hombre que por un instante volteó a verlo y le sostuvo la mirada en un raro gesto de reconocimiento.
El Tsuru tomó el periférico y se salió en el boulevard que va hacia Tuxpan, deteniéndose un poco adelante. Entonces, Adulfo pudo ver, con ojos ofuscados, que Marcela, su esposa, a quien creía en su trabajo, abordaba el auto y ya en el interior saludaba con un beso al marido de su pasajera.
−¡Síguelos! –gritó la mujer que llevaba a un lado al ver que el Tsuru arrancaba.
Adulfo emparejó el taxi con el auto negro y, con el vidrio abajo, les gritó que se detuvieran. Al sentirse descubierto, el del auto aceleró, iniciándose, así, una persecución que llevó a los dos automóviles al puente elevado del crucero de Tuxpan. Por la velocidad que imprimían a las máquinas, al pasar por la parte más alta, el del Tsuru perdió el control y golpeó la barda de contención; el impulso le hizo rodar sobre el pavimento con dos volteretas que le hicieron estrellarse en el taxi de Adulfo que estaba a punto de rebasarlos.
Un oficial de la policía municipal fue el primero en solicitar apoyo:
“Omega, omega… aquí tengo un 0,1: te comento que, realizando mi 4,4 de siempre… te comento: encontré un 0,9 con dos 3,4 involucrados… uno de servicio público con número 069 y un Tsuru negro. No, al parecer ningún sobreviviente. Sí, 6,5 exacto: el puente elevado del crucero de Tuxpan.”


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sábado, abril 09, 2011

SECTOR 7

El quehacer cultural.



José I. Delgado Bahena


Una de las mayores preocupaciones de los gobernantes debería ser, sin lugar a dudas, el propiciar espacios para que la sociedad encuentre formas de expresión que respondan a sus intereses y a sus necesidades de desarrollo y que impacten directamente en la cultura de los pueblos.
Digo lo anterior por lo que he podido observar en algunos lugares de nuestro país donde me han invitado a presentar mi obra, tanto poética como narrativa, en los que he encontrado una gran efervescencia cultural que mantiene a la población a la expectativa de las actividades que en diversos lugares se ofrecen y los amantes de la cultura hasta se encuentran en un dilema por no saber qué elegir.
Tal es el caso de mi más reciente visita a la ciudad colonial de Santiago de Querétaro, capital de este estado del centro de nuestro país, donde me presenté con recitales poéticos y lectura de mis cuentos. Para empezar, me ofrecieron un espacio, de una hora, para una entrevista en la televisión local, en la que pude leer un par de poemas, acompañado de mi amigo, el trovador igualteco, Daniel Delgado; platicamos ampliamente con la periodista Gabriela del Río y leí dos de mis cuentos del libro Ojos de perro y dos historias urbanas del Manual para perversos. Este es un primer ejemplo de cómo el tiempo y el espacio para la cultura no se limita ni se le imponen condiciones, como debiera ser en todos los medios de comunicación.
Otra de las señales que denotan la preocupación de las dependencias oficiales en este renglón, es el gran número de carteles que anuncian presentaciones de libros, recitales musicales, obras de teatro, exposiciones pictóricas, entre otras muchas opciones que se les presentan a los visitantes y a los habitantes locales, y la mayoría de ellas con acceso libre, es decir, sin pago alguno.
De manera que, al analizar la oferta cultural, tan escasa, que se ofrece en nuestro municipio, creo que es necesario que unamos esfuerzos todos los interesados en la cultura de Iguala, para que, con apoyo oficial o sin él, hagamos de nuestra ciudad un lugar que sea centro de interés para las comunidades de esta región norte.
Son valiosos los esfuerzos que la revista Reevolución y el patronato Amigos del museo hacen al organizar algunas presentaciones de libros y exposiciones artísticas, pero no es suficiente y menos si se hacen sólo esporádicamente.
¿En dónde vemos una cartelera que promueva la regiduría de Educación o, directamente, la autoridad municipal que, como vemos, se preocupa sólo por tratar de demostrar que los recursos son bien administrados y responde más a intereses políticos que a las necesidades de la ciudadanía?
¿Hasta cuándo se darán cuenta de que los chavos requieren lugares como El Taller o el Centro Cultural Tiempo y Espacio, que ofrecen cursos de fotografía, danza, pintura y teatro? Estos centros de iniciación artística imparten estas disciplinas con responsabilidad y profesionalismo, pero son esfuerzos particulares para quienes pueden pagan a los instructores que ahí aportan sus conocimientos.
Recuerdo perfectamente que cuando andaba en campaña el Dr. Tovar se acercó al Consejo Ciudadano de Cultura, de cual yo formaba parte, para escuchar las propuestas que en torno a este tema se ofrecieran para su gobierno y prometió que, durante su gestión, si lograra ganar, Iguala tendría un teatro y hasta solicitó un proyecto, que emanara del mismo Consejo, para construir el inmueble y darle vida a esta forma de manifestación artística. Estoy seguro de que tal proyecto fue entregado en su oportunidad pero, a menos que yo no esté enterado, no se vislumbra ningún avance al respecto.
Así están las cosas en muchos municipios de nuestro estado y, más precisamente, en el nuestro. Los festivales culturales, las ferias de libros, las exposiciones y otras actividades artísticas se realizan sólo en algunas temporadas del año y muchas de ellas por algunas personas que por iniciativa propia las llevan a cabo y no se advierte un programa permanente de parte del ayuntamiento.
Tal vez se olvidan de que Iguala es considerada como una ciudad histórica y es visitada por muchas personas que se admiran por la belleza de la bandera nacional y de la majestuosidad del asta, pero hasta ahí termina su asombro.
En fin, ojalá se unan más voces para trabajar a favor de la cultura en nuestra ciudad tamarindera, a pesar del poco interés de las autoridades municipales por invertir en este aspecto tan importante para la sociedad.


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miércoles, abril 06, 2011

MANUAL PARA PERVERSOS

Otro Fausto.

José I. Delgado Bahena


Desde que conoció a José Luis se dio cuenta de que era la persona que había estado esperando toda la vida. Su porte, su estilo, su mirada, el tono de su voz, sus manos… todo le había impresionado; de manera que se propuso, primero, lograr su amistad y, después, hacerlo suyo para siempre a costa de lo que fuera.
Su afecto lo obtuvo con facilidad. En la tienda de aparatos electrodomésticos donde trabajaban les asignaron a los dos el mismo departamento. Por lo tanto, e inevitablemente, el frecuente trato y al compartir esa responsabilidad, les obligaba a comer juntos todos los días e, incluso, a verse en algunos fines de semana.
Así, al convivir en sus tiempos libres, fueron descubriendo su afinidad en la música, las películas, los programas de televisión y hasta en los alimentos, lo que propició que su amistad fuera echando raíces profundas y fortalecidas, más con las atenciones que José Luis le prodigaba al llevarle algunos discos que él mismo grababa, en su computadora, con canciones románticas que le hacían concebir grandes esperanzas.
Con el paso de los meses fue creciendo en su pecho un sentimiento que le mantenía en vela durante las calurosas madrugadas de primavera y le llevó a tomar decisiones importantes para su vida al considerar que correría cualquier riesgo con el propósito de lograr que el amor que sentía por su amigo encontrara una correspondencia, aunque fuera mínima, y así poder sobrevivir al angustioso charco de la incertidumbre.
Un día, aprovechando que no tenían mucho trabajo, le preguntó:
-¿Cuál es tu más grande sueño?
-Primero, ascender aquí, en la empresa; así, ganar más para juntar dinero y pedirle al amor de mi vida que se case conmigo -contestó José Luis.
-¿Y quién es el “amor de tu vida”? -le interrogó con un tono de resentimiento por los celos provocados por esa conversación.
-No te puedo decir, por ahora. La verdad nadie lo sabe, ni la persona interesada. Sólo espero que no me rechace.
No le preguntó más. Se dirigió a una computadora y abrió una página de internet que le interesaba mucho.
Estaba tan concentrado que no advirtió la cercanía de José Luis.
-¿Qué haces Fausto? -le dijo su amigo, observando atentamente el monitor.
-Este…, buscando información… para mi hermana, que quiere que le arreglen su nariz. Pero, mejor luego busco -le respondió, al tiempo que cerraba la página que leía-. ¿Te puedo ayudar en algo?
-No te preocupes -respondió José Luis arqueando las cejas sobre aquellos ojos cafés de los que Fausto vivía enamorado-, no hay mucho trabajo.
Con la información que ya tenía, se puso en contacto con un cirujano de la Ciudad de México el cual, a cambio de una fuerte cantidad de dinero que terminaría con sus ahorros de toda la vida, aceptó realizarle la intervención quirúrgica para su reasignación de sexo y convertirlo en “Fausta”.
Hizo el depósito bancario al cirujano plástico y, ya que tuvo todo listo, solicitó sus vacaciones ante la empresa. A José Luis le dijo que iría al pueblo de sus padres, donde no hay señal de celular, de manera que estarían sin comunicarse durante sus veinte días de descanso.
-Te voy a extrañar, flaco -le dijo su amigo con un tono diferente en sus palabras.
-Yo también; pero, verás que cuando regrese todo será mejor.
-Sí, claro. Cuídate mucho y pórtate bien, eh -le pidió José Luis a un asombrado Fausto que no sabía cómo interpretar el tono de las palabras de su amigo.
Con esa confusión se fue al D.F. donde le realizaron la operación que le llenaba el alma de ilusiones para, ya convertido en mujer, poder conquistar a José Luis.
A su regreso, lo primero que hizo fue llamarle por teléfono con una voz nueva, propiciada por las hormonas que le habían suministrado durante el tratamiento. Le dijo que él no la conocía, pero le pedía que se vieran para platicar ya que tenía que tratarle un asunto del que dependía su vida misma.
Ante esta disyuntiva, su amigo aceptó y quedaron de verse en un café del centro de la ciudad.
Al llegar José Luis, lo primero que vio fue a una mujer muy hermosa que, sin preámbulos, le dijo:
-Quiero que sepas que estoy enamorada de ti; te conozco desde hace tiempo y el mayor de mis anhelos es tener, al menos, la oportunidad de conquistarte.
José Luis, con un tono desmadejado por aquella declaración y sin intención de querer lastimar con sus palabras a quien le ofrecía su cariño pleno, le confesó:
-No sabes cuánto siento no corresponderte como esperas. No puedo ofrecerte nada porque mi corazón está comprometido. Estoy enamorado de mi amigo Fausto, sólo espero que él regrese de vacaciones para decírselo y si, como sospecho, siente lo mismo que yo, le propondré que nos casemos en el Distrito Federal, donde están autorizadas este tipo de relaciones.

Escríbeme:
jose_delgado9@hotmail.com

sábado, abril 02, 2011

SECTOR 7

En torno a la amistad y la cultura.



José I. Delgado Bahena


Hace unos días invité a comer a un amigo y quedamos de vernos en el área de comedores de un centro comercial. Sólo fue un pretexto para darnos un tiempo para platicar y convivir por un momento ya que sólo consumimos cualquier cosa y nos retiramos.
En el estacionamiento intercambiamos algunos materiales literarios y nos despedimos. Él salió primero y yo detrás de él. Aún en el estacionamiento, tomé el carril de salida para abandonar el lugar cuando, intempestivamente, un conductor de una camioneta arrancó de donde estaba estacionado y se fue sobre mi auto, destruyéndole la puerta delantera de mi lado y la salpicadera, además de daños menores que le ocasionó, por el mismo impacto, en otras autopartes.
Afortunadamente, siempre llevo puesto el cinturón de seguridad; de manera que, aunque el empujón fue fuerte, no tuve daños físicos en mi organismo e inmediatamente le marqué a mi amigo que, supuse, iría a escasos minutos del lugar de los hechos, y esperaba que regresara a apoyarme en algo que necesitara, ya que era mi “primera vez” en un caso como el que estaba pasando.
“Mi esposa me está esperando para comer”, me dijo. “Llama a los del seguro”, me sugirió. “Luego te llamo”, terminó.
Bueno, tomé en cuenta su sugerencia y llamé a la agencia con la que tengo asegurado mi automóvil; el conductor de la otra camioneta hacía lo mismo y escuché que decía que ¡yo no me había fijado que él iba a entrar a mi carril!
Después llamé a mi amigo el Ing. Edmundo Salgado, a quien sabía se encontraba en su horario de comida, para preguntarle cómo debía actuar con respecto al incidente. Me preguntó en dónde estaba y a los pocos minutos lo tenía mi lado para apoyarme en lo que fuera necesario.
Total, llegó el ajustador del seguro quien ―de paso nos dijo que iba para los dos, porque el otro conductor tenía contratada a la misma empresa que yo―, en cuanto vio la posición de los carros expresó que estaba claro sobre la responsabilidad.
La decisión final fue la esperada y al otro conductor, que venía de Veracruz, estuvo de acuerdo en pagar su deducible para arreglar su camioneta y la mía y, por lo tanto, quedé libre de pagar alguna cantidad. Ahora sólo espero que me llamen del taller donde la arreglarán porque hace falta que la aseguradora envíe la puerta y la salpicadera que deberán cambiar.
¿Por qué les cuento todo esto?
Porque en los próximos días mi amigo el Ing. Edmundo Salgado Makas regresará al estado de Querétaro, donde tiene su domicilio y vive su familia, ya que el trabajo que venía desarrollando al frente del 066 en esta región norte de nuestro estado, termina también con la administración del gobernador Zeferino Torreblanca y, al hablar de él y de su familia: Elba Martínez, su esposa, su padre, el Sr. Edmundo y sus hijos: Edmundo y Daniel, debo decir que me llena de orgullo por haber encontrado en la vida a personas tan educadas, nobles y generosas que se preocupan y ocupan sobremanera de la formación de sus hijos con dedicación, esfuerzo, sacrificio y esmero.
Mi amigo Edmundo es ingeniero en sistemas de comunicación y se acercó, hace algunos años, al centro cultural Calmecac que creamos con la integración de varios grupos interesados en proponer actividades artísticas y culturales en el municipio.
“Es que no encontraba nada de cultura en Iguala”, me dijo en una ocasión, “y con ustedes encontré un poco de lo mucho que el ser humano debe desarrollar para su formación integral”.
Bueno, él lo dice porque viene de una ciudad, Santiago de Querétaro, donde se respira cultura en cada esquina y el arte es una forma de vida para los queretanos.
Ese motivo fue el pretexto para encontrarnos y hermanar nuestros afectos en una amistad cabal, leal y sincera; lo que me llevó a convivir con él, durante los últimos dos años de su estancia aquí, como uno de los mejores amigos que Dios me ha dado.
Antes de despedirme, quiero enviar un saludo y mi reconocimiento a las maestras Hortensia Bahena y Esther Camiña, del Cbtis 56, de Iguala, por la gran labor que desarrollan con sus alumnos para la formación de lectores. Esta semana cumplió el primer aniversario su club de lectura “Letrópolis” en donde se advierte el gran entusiasmo que los chavos tienen al desarrollar las diversas actividades lectoras a las que las maestras los inducen.
Este viernes participé en los festejos con la presentación de mi obra y fue algo muy emotivo porque hay muchachos como Aldo Jusa, Óscar y Aldo Sámano que muestran grandes avances en sus textos y en sus participaciones.
Ojalá todas las instituciones tuvieran estas iniciativas para crear espacios y momentos para que los alumnos desarrollen su creatividad artística.


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