sábado, abril 30, 2011

SECTOR 7

¿En manos de quién estamos?

José I. Delgado Bahena

Hace una semana comentaba sobre la situación tan grave de inseguridad que estamos viviendo en México y me remitía a épocas pasadas en las que nuestro sistema judicial estaba tan podrido que, en ese entonces, no sabíamos de quién cuidarnos: si de los delincuentes o de la policía.
Ahora, en los albores del siglo XXI, cuando se supone somos una civilización que aspira a dejar la etiqueta tercermundista que, en honor a la verdad, es más que merecida, nos encontramos navegando en un mar de desilusión y desencanto por la confianza perdida en las instituciones encargadas de tomar las decisiones más importantes para el desarrollo político, social-cultural y económico del país.
Tal parece que la meta no es propiciar una convivencia armónica y confiable entre los mexicanos, sino seguir favoreciendo las viejas prácticas que nos conducen a un estado que raya en la barbarie; es decir: vivir en la incultura, el salvajismo, la brutalidad y la crueldad.
¿Cómo sentirnos protegidos por gente sin escrúpulos que sólo buscan la manera de extorsionar a los ingenuos ciudadanos que ponemos en sus manos nuestra estabilidad?
Pocos son los que realmente arriban a algún cargo público con la verdadera intención de servir con lealtad y justicia la tarea que se les encomienda. Sin duda, los hay. Tenemos diputados, senadores, generales, comandantes, presidentes municipales y maestros, por ejemplo, que trabajan llevando como estrella el cumplimiento de su deber; pero nadie podrá desmentir una gran verdad: son los menos, porque la mayoría sólo espera los días de quincena para cobrar un inmerecido salario que sale de los impuestos de quienes cumplimos nuestras obligaciones fiscales y, con derecho, debemos reclamar honestidad en sus obligaciones.
En el caso del magisterio, pienso que, quienes están en el área administrativa, si se les encarga propiciar acciones que tiendan a mejorar el logro educativo, deberían realizar una planeación acorde a las necesidades de la región en la que se encuentran, desarrollar las actividades programadas y evaluar los resultados para corregir errores y rectificar rumbos. Sin embargo, sin el afán de molestar a nadie, se advierte un desinterés total por esta visión de su misión y es común encontrar en las oficinas educativas a grupos de personas que llegan cada día en plan de convivencia social, de comercio o para establecer las relaciones públicas que les permitan “hacer como que hacen” y dejar que el tiempo pase para que, al final del año, se limiten a hacer un reporte ficticio de un cronograma de actividades, también ficticio”, que da resultados, por supuesto, falsos, sobre actividades que jamás se llevaron a cabo.
En otro caso: un amigo mío me platicó que tiene dos sobrinos que son mecánicos. Un cliente de ellos les llevó a reparar un auto que, sin que ellos supieran, estaba sin legalizar en nuestro país.
Cuando el auto estuvo listo, le llamaron al cliente para que viniera y le demostraran que ya estaba en condiciones de ser utilizado. Para probarlo, uno de ellos lo arrancó y se fueron los tres a la carretera para que el cliente quedara convencido de su trabajo y así les pagara la mano de obra por la reparación.
Lamentablemente, en esa acción se encontraron con una patrulla de la policía federal de caminos que les ordenó se detuvieran y, al encontrar, los agentes, que el auto no estaba legalizado, decidieron llevarse a los dos hermanos y al dueño del carro en calidad de detenidos a una agencia del ministerio público.
Mi amigo dice que siempre estuvieron confiados en la justicia y que estaban seguros de que sus sobrinos saldrían a la brevedad y que, incluso, les ofrecerían disculpas por haberles hecho perder un tiempo valioso para ellos, ya que otras unidades esperaban en su taller.
Cuál sería la sorpresa con que la responsabilidad en la situación ilegal del auto recaía en uno de los muchachos quien, por ir manejándolo, debía quedarse en calidad de detenido y dar la cara ante los agentes del ministerio público.
No hubo forma de hacer entender a los oficiales quienes se limitaban a respaldarse en no sé qué artículo que obligaba a su sobrino a responder por la acción de conducir un auto ilegal, aún cuando el dueño se encontraba con ellos.
En fin; creo que ustedes ya sospechan cuál fue el desenlace. Sólo les aclaro que los mecánicos están libres, sin ningún cargo; el dueño del auto también, y no tuvieron que dar algún dinero eh, no sean mal pensados. Quién sabe qué documento firmaron, y salieron libres. ¿Cómo le hicieron? Ustedes imagínenlo, no es difícil.
Así estamos.


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josé_delgado9@hotmail.com

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