viernes, mayo 31, 2013

"¿Quién hace esa tracalera?", preguntó mi padre, con su voz tenue y rasposa, desde su silla de ruedas.
"José I.", respondió mi hermano Toño, "está limpiando la puerta para pintarla."
"Ah...", aceptó el viejo, complaciente.

Yo pensé: "Pobre de mi padre, se enfada con el ruido que hago; si supiera la tracalera que tengo que soportarle a mi angustiado corazón..."

martes, mayo 28, 2013

MANUAL PARA PERVERSOS
El perverso mayor
José I. Delgado Bahena
De niño le decían Chanito, ahora le dicen: “Don Chano”. Ese respeto se lo ganó a la brava. Siempre dando buena cara a las tormentas y levantando la frente en las carencias. Su brazo fuerte lo mantuvo del campo y su sensibilidad lo llevó a la música.
                De chamaco tomó una decisión y dejó la casa paterna por seguir a la madre quien encontró un apoyo para su viudez en la mirada de Manuel Juárez, y Chanito se vino a sembrar los terrenos del padrastro y a formarse bajo los cuidados de María, la madre.
                Siendo músico, Feliciano, aprendió a tocar, por nota, con un saxofón pagado a crédito, los temas de moda de Pérez Prado y de las grandes bandas del momento; por eso, sin pensarlo, acudió al llamado del hermano Bico, quien era experto en la tocada y le enseñó los mejores secretos para interpretar las melodías en su sax y formaron una banda local, con otros músicos del pueblo, para dedicarse a amenizar las fiestas religiosas de otras comunidades vecinas.
                Esa fue su gran pasión y su necesidad. En la que desahogaba sus desconciertos de jornalero, leñador, pescador, sembrador, ayudante de albañil, velador en la granja “Los Chones”, de un militar que compró unos terrenos en la orilla del pueblo y puso un criadero de gallinas finas para surtir de huevo a la región.
                Esa pasión por la música y la necesidad del recurso para abastecer al hogar que había formado con Bricia, lo llevó a aceptar la invitación para irse de aventura en busca del oro verde a la ciudad fronteriza de Tijuana, donde, con un grupo de compañeros tocaban por las calles y en los restaurantes con la esperanza de que la gente les reconociera su talento y les obsequiara algunas monedas por las melodías solicitadas.
                “En esas andanzas, llegué a estar en Ensenada”, comentó un día, “allá se maneja puro dólar, nada de pesos.”
                Por esa época, Bricia, su mujer, se encargaba del cuidado, de la formación y en muchas ocasiones, hasta de la manutención de los hijos; pero él jamás desatendió su responsabilidad y periódicamente enviaba algo de dinero en largas cartas certificadas muy emotivas en las que denotaba su preocupación por la lejanía y la nostalgia por la tierra y la familia.
                Sin embargo, con esos medios y esos recursos tan escasos pudieron formar a sus cinco hijos en un ambiente de respeto, de humildad y de trabajo.
                Con normas rígidas y medidas estrictas, Feliciano encausó las inquietudes de los chamacos hacia una convivencia respetuosa hacia los demás y entre ellos mismos. Era duro, pero noble; sencillo, pero fuerte y orgulloso.
                Aún ahora, cuando el tiempo y las enfermedades han hecho estragos en su organismo, sigue siendo el jefe y dueño de la casa; él decide, él manda, él gobierna, apoyado por su “Casandra”, como le dice a su mujer.
                Fue muy hábil. El padrastro se alejó del terruño y dejó las propiedades a cargo de María, la madre de Feliciano y, al crecer éste, fue él quien se dedicó a sembrar las tierras en la orilla del pueblo y el calmil que rodeaba la casa.
                Fue muy hábil porque siempre propició la unidad entre sus hijos y, para mantenerla, les repartió un lote a cada uno en el mismo terreno cercano a la casa, con la finalidad de tenerlos a la vista y a la mano, para vigilarlos, orientarlos, enderezarlos y acercarlos en una convivencia cerrada en la familia, con él y Bricia en el centro.
                Hoy que enfrenta un daño severo en su hígado, con una enfermedad irreversible, a la que los médicos poco han podido hacer para ayudarle a recuperarse, aún mantiene la agilidad mental y la fortaleza anímica para aceptar ser llevado a los balnearios a quitarse la desesperación de estar en cama y a pelearse con las tortugas pintadas en el fondo de la alberca.
                Ahora, en su silla de ruedas, espera la llegada de Jahén, el nieto médico que trabaja en la Cd. de México, quien le prometió que lo llevaría a ver a las nenas, en un centro nocturno cercano al pueblo. “Ya tiene reservada una mesa cerquita de la pista”, dice en tono festivo y, a casi quince días de festejar su cumpleaños número ochenta y uno, sonríe con gesto picaresco protegido con la complacencia de su “Casandra”, quien dice: “Está bien, llévenlo, que se divierta”.
                Él es “don Chanito”, el jornalero, el saxofonista, el amigo, el abuelo, buen esposo y gran platicador, él quien hace su lucha contra sus enfermedades y las células metastásicas que le han minado las funciones de su organismo.
                Él es don Feliciano Delgado Deloya, el perverso mayor: mi padre.

sábado, mayo 11, 2013


SECTOR 7
Los padres buena onda.
José I. Delgado Bahena
            Como están las cosas, con tanta inseguridad en las calles, y con la insolencia con la que algunos jóvenes se dirigen a sus padres cuando éstos les niegan alguna autorización para salir a pasear a altas horas de la noche, pareciera que la misión de ser padres se está olvidando en la sociedad y ha surgido una nueva generación de padres “buena onda” que son “amigos” de sus hijos, se llevan bien, conviven y hasta fuman y toman juntos.
            Estos padres todo les consienten a los hijos por temor a que éstos se encaprichen, les dejen de hablar o les hagan escenas de violencia.
            Los padres “buena onda” son permisivos y, cuando quieren poner orden, los hijos aprenden a desobedecer y esperan a que los padres se duerman para escaparse de casa e irse al antro o a la fiesta.
            Un hijo que ha sido educado en los valores, obedece las decisiones de sus padres porque sabe que son por su bien y porque no tiene duda: sabe que sus padres están en su papel con responsabilidad y, sobre todo, lo aman.
            Hace poco encontré un texto donde se clarifica sobre la función de los padres “amigos” y el mal que les hacen a los hijos dejando su responsabilidad en otras manos.
            El texto en cuestión decía más o menos así:
“Responsabilidad, Honor, Vergüenza, Respeto, Principios Elementales.
            Bueno, pero... ¿Qué nos pasa? ¿Qué es lo que nos hace suponer que alguien más tiene la responsabilidad de cuidar de nuestros hijos, si nosotros que, se supone, somos los que más los amamos, no queremos tomar esa obligación? 
            Mucho se discute porque si en los bares les venden alcohol a menores; que si los agentes de tránsito reciben sobornos, que si no cierran estos lugares a la hora señalada, que los jóvenes salen de estos lugares "totalmente borrachos". ¿Pero en dónde están los padres de este menor que tomó más de la cuenta? ¿Quién lo recibe en su casa a esas horas y en ese estado? ¿Quién le dio el dinero para entrar en el bar, para el alcohol y para el soborno? ¿Dónde están los padres que le dieron el carro a un menor que no es capaz de hacerse responsable y maneja aunque esté tomado?
            ¿Y qué están pensando los padres de la jovencita de 16 ó 17 años, que va a conseguir raid de regreso con la mamá de fulanita, sin querer enterarse de que esa mamá ni siquiera está en la ciudad?
            ¿Por qué les damos permiso a nuestras hijas de irse a dormir después de la disco a casa de una amiga y les cargamos la responsabilidad de llevarlas a los novios de 19 ó 20 años, quién sabe a qué hora y no sabemos ni cómo, pues puede ser que tome de más? ¿Por qué queremos creer que son maduros y responsables si nosotros mismos no lo estamos siendo? Nos volvemos ciegos a los peligros por comodidad y nos hacemos los "buena onda". "Es que yo sí le tengo confianza a mi hija".
            Lo que tenemos es miedo y flojera, no queremos actuar como padres.
            Nuestros hijos no necesitan que seamos sus amigos... Ellos ya tienen un montón de amigos, de su edad.
            Nuestros hijos necesitan padres valientes y responsables que fundamenten principios básicos, que pongan reglas y luego estén ahí para ver que se cumplan.
            Yo creo que sí debería de haber un horario, "pero el que los padres pongan en su casa", independientemente de la hora que cierren los antros.
            ¿De qué tenemos miedo, papás? ¿Por qué no podemos poner reglas? ¿Por qué no podemos exigir que se cumplan? ¿Por qué abandonamos a nuestros hijos en busca de nuestras propias comodidades?
            Si los jóvenes no necesitaran guía, si no necesitaran límites, ni autoridad a quién respetar...no existiríamos los padres.   
            Nunca, nadie podrá hacer que nuestros hijos regresen a casa a tiempo y a salvo, si nosotros no podemos hacerlo. No existe ley, ni horario, ni funcionario capaz de hacer por nuestros hijos, lo que nosotros no queremos hacer.
            ACTUAR COMO PADRES es muy difícil y, claro, oír de ellos "es que todos te tienen miedo, papá",  ¡pues no importa!
            No estamos en campaña de elecciones para ser el papá más popular del año, pues ya cada quién tiene el padre que le tocó y sería estúpido poner en peligro la seguridad de nuestros hijos por quedar bien y caerles bien a sus amigos.
            No estaría mal ganarnos el respeto de nuestros hijos, tomando las riendas de su vida, haciéndonos responsables de su hora de llegada, de lo que toman, de sus calificaciones, haciéndoles saber lo que esperamos de ellos, y creando los medios para ayudarles en su lucha para conseguirlo.
            Los jóvenes y niños, lo único que necesitan, es que ¡ACTUEMOS COMO PADRES!”
            Esto lo traje al comentario por una situación que se vive en la actualidad:
            Es el debate sobre la legalización de las drogas. Los fundamentos son muchos y muy dignos de tomarse en cuenta. Hay quienes apoyan esta iniciativa y quienes, por supuesto, la rechazan argumentando que sería como poner en charola de plata las posibilidades de caer en las adicciones a los jóvenes.
            Yo pienso que en gran parte, las decisiones que ellos toman dependen de los valores que se les inculca en las familias. Conozco a jóvenes que están en fiestas donde el alcohol corre a ríos y ellos sólo toman refresco “porque mis padres me enseñaron que es perjudicial”, dicen.
            Las sustancias adictivas se encuentran en cada esquina y se pueden adquirir con facilidad. No depende de que sean legales o no, depende de las convicciones del individuo para no perjudicar su organismo, y eso se siembra en el hogar.

MI  MADRE LA AMOROSA
José I. Delgado Bahena

Mi madre la amorosa,
la protectora, la buena esposa;
madre sustancia, madre lámpara,
madre sabia, madre coraza.
Ella habla y el sol se para,
el agua vibra,
el corazón se inflama.
Si mi madre llora
las flores la acompañan;
entonces, un clamor de perfume
inunda la casa.
Mi madre, la amorosa,
ríe con sus ojos de madre santa
y su risa cascabelina
siembra alegría
en los terrenos del alma.
Mi madre es ventana
de la palabra de Dios
y cada letra suya
se convierte en alabanza;
lleva una cruz en sus manos
y un calvario en su tonada.
Mi madre, la amorosa,
la compañera,
la fiel amante, la amiga,
la risueña, la esperanza,
la incansable, la indomable,
valiente nube aperlada.
Feliz día, madre mía,
madre amorosa:
alegre Ángel de mi guarda.