miércoles, abril 06, 2011

MANUAL PARA PERVERSOS

Otro Fausto.

José I. Delgado Bahena


Desde que conoció a José Luis se dio cuenta de que era la persona que había estado esperando toda la vida. Su porte, su estilo, su mirada, el tono de su voz, sus manos… todo le había impresionado; de manera que se propuso, primero, lograr su amistad y, después, hacerlo suyo para siempre a costa de lo que fuera.
Su afecto lo obtuvo con facilidad. En la tienda de aparatos electrodomésticos donde trabajaban les asignaron a los dos el mismo departamento. Por lo tanto, e inevitablemente, el frecuente trato y al compartir esa responsabilidad, les obligaba a comer juntos todos los días e, incluso, a verse en algunos fines de semana.
Así, al convivir en sus tiempos libres, fueron descubriendo su afinidad en la música, las películas, los programas de televisión y hasta en los alimentos, lo que propició que su amistad fuera echando raíces profundas y fortalecidas, más con las atenciones que José Luis le prodigaba al llevarle algunos discos que él mismo grababa, en su computadora, con canciones románticas que le hacían concebir grandes esperanzas.
Con el paso de los meses fue creciendo en su pecho un sentimiento que le mantenía en vela durante las calurosas madrugadas de primavera y le llevó a tomar decisiones importantes para su vida al considerar que correría cualquier riesgo con el propósito de lograr que el amor que sentía por su amigo encontrara una correspondencia, aunque fuera mínima, y así poder sobrevivir al angustioso charco de la incertidumbre.
Un día, aprovechando que no tenían mucho trabajo, le preguntó:
-¿Cuál es tu más grande sueño?
-Primero, ascender aquí, en la empresa; así, ganar más para juntar dinero y pedirle al amor de mi vida que se case conmigo -contestó José Luis.
-¿Y quién es el “amor de tu vida”? -le interrogó con un tono de resentimiento por los celos provocados por esa conversación.
-No te puedo decir, por ahora. La verdad nadie lo sabe, ni la persona interesada. Sólo espero que no me rechace.
No le preguntó más. Se dirigió a una computadora y abrió una página de internet que le interesaba mucho.
Estaba tan concentrado que no advirtió la cercanía de José Luis.
-¿Qué haces Fausto? -le dijo su amigo, observando atentamente el monitor.
-Este…, buscando información… para mi hermana, que quiere que le arreglen su nariz. Pero, mejor luego busco -le respondió, al tiempo que cerraba la página que leía-. ¿Te puedo ayudar en algo?
-No te preocupes -respondió José Luis arqueando las cejas sobre aquellos ojos cafés de los que Fausto vivía enamorado-, no hay mucho trabajo.
Con la información que ya tenía, se puso en contacto con un cirujano de la Ciudad de México el cual, a cambio de una fuerte cantidad de dinero que terminaría con sus ahorros de toda la vida, aceptó realizarle la intervención quirúrgica para su reasignación de sexo y convertirlo en “Fausta”.
Hizo el depósito bancario al cirujano plástico y, ya que tuvo todo listo, solicitó sus vacaciones ante la empresa. A José Luis le dijo que iría al pueblo de sus padres, donde no hay señal de celular, de manera que estarían sin comunicarse durante sus veinte días de descanso.
-Te voy a extrañar, flaco -le dijo su amigo con un tono diferente en sus palabras.
-Yo también; pero, verás que cuando regrese todo será mejor.
-Sí, claro. Cuídate mucho y pórtate bien, eh -le pidió José Luis a un asombrado Fausto que no sabía cómo interpretar el tono de las palabras de su amigo.
Con esa confusión se fue al D.F. donde le realizaron la operación que le llenaba el alma de ilusiones para, ya convertido en mujer, poder conquistar a José Luis.
A su regreso, lo primero que hizo fue llamarle por teléfono con una voz nueva, propiciada por las hormonas que le habían suministrado durante el tratamiento. Le dijo que él no la conocía, pero le pedía que se vieran para platicar ya que tenía que tratarle un asunto del que dependía su vida misma.
Ante esta disyuntiva, su amigo aceptó y quedaron de verse en un café del centro de la ciudad.
Al llegar José Luis, lo primero que vio fue a una mujer muy hermosa que, sin preámbulos, le dijo:
-Quiero que sepas que estoy enamorada de ti; te conozco desde hace tiempo y el mayor de mis anhelos es tener, al menos, la oportunidad de conquistarte.
José Luis, con un tono desmadejado por aquella declaración y sin intención de querer lastimar con sus palabras a quien le ofrecía su cariño pleno, le confesó:
-No sabes cuánto siento no corresponderte como esperas. No puedo ofrecerte nada porque mi corazón está comprometido. Estoy enamorado de mi amigo Fausto, sólo espero que él regrese de vacaciones para decírselo y si, como sospecho, siente lo mismo que yo, le propondré que nos casemos en el Distrito Federal, donde están autorizadas este tipo de relaciones.

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jose_delgado9@hotmail.com

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