La otra historia.
José I. Delgado Bahena
Cuando lo conocí, y lo vi tan guapo, pensé que cómo no era yo más grande de edad, para enamorarlo y casarme con él. En ese entonces yo era una niña y a él lo invitaron mis padres para que fuera mi padrino de primera comunión.
Lo que sea, estoy segura de que muchas de mis compañeras me envidiaron y hubieran querido estar en mi lugar, con un padrino tan bien parecido y tan rico. Él tenía más de treinta años y mi papá lo conoció porque jugaban futbol en el equipo del CESVI.
Desde que agarró confianza con mis padres, me llevaba a muchos lugares y me obsequiaba muchas cosas; pero lo que más me gustó fue el viaje que me pagó para ir a Acapulco, junto con mis chambelanes, como regalo de quince años. Allá grabamos el videoclip y convivimos en las mejores playas del puerto.
Precisamente, fue allá donde Beto, un compañero de la secundaria que fue mi chambelán, se me declaró para que fuera su novia
Al darse cuenta Mardonio, mi padrino, que yo platicaba mucho con Beto, me prohibió su amistad diciéndome que estaba muy chica para tener novio.
Para que no se enojara conmigo, fingí que le hacía caso pero seguí siendo novia de Beto porque, la verdad, me la pasaba muy padre con él.
Al terminar la secundaria entré a estudiar el bachillerato en la misma prepa que Beto y ahí seguimos nuestro noviazgo, pero a escondidas; Mardonio iba casi todos los días por mí a la escuela y yo no quería que se decepcionara porque me seguía haciendo buenos regalos y eso, pues, a todas las mujeres nos gusta.
De todos modos seguí con Beto, y con él tuve mi primera relación sexual un día que fue a la casa porque no había ido a clases y quería que le pasara los apuntes. Claro, lo hicimos varias veces, siempre que teníamos oportunidad, y creo que llegué a quererlo pero seguí ocultando lo que sentía por él para que no se enojara Mardonio.
Mi “padrino” se fue, durante los últimos días de diciembre, a un viaje de vacaciones por Europa y se tardó como dos meses. Desde donde estaba me enviaba regalos y fotos que se tomaba con su hermano y uno de sus amigos, que también fueron.
En ese tiempo, ya no me escondía mucho de mi noviazgo con Beto y convivimos mucho en la temporada de vacaciones; pero cuando empezaba la Feria de la Bandera, regresó mi padrino de su viaje y volvió a frecuentarme con el pretexto de llevarnos, a mis papás y a mí, los regalos que nos trajo de Europa. Entonces, con la autorización de ellos, me invitaba a la Feria, al cine y a otros lugares muy caros y bonitos.
Lo malo fue que por esos días me di cuenta de que mi menstruación se me había atrasado una semana y me alarmé.
Estando en la escuela, le comenté a Beto lo que me pasaba porque algunas veces no nos aguantamos las ganas y, sin protección alguna, tuvimos relaciones confiando en nuestra buena suerte.
―¡No manches! ―fue su respuesta―, yo no puedo echarme una responsabilidad de esas ahorita ―continuó―. Si mi jefe se entera, me mata.
―Entonces, ¿qué hago? ―le pregunté.
―No sé, deja le pregunto a un tío que tengo, a ver qué me recomienda.
Me quedé esperando su respuesta, dejó de ir una semana a la escuela y su celular lo tenía siempre apagado. Cuando volvió a ir ya llevaba yo casi veinte días de retraso para que me bajara la regla y, además, se hacía el disimulado y se escondía. Entendí lo que pasaba y dejé de buscarlo.
Por esos días, Mardonio me invitó a una fiesta religiosa de un pueblo cercano a la ciudad. Mis papás me dieron permiso de ir con él y nos fuimos desde la tarde; pero, estando allá, llegaron dos de sus amigos y nos propusieron que fuéramos al jaripeo, en un corral donde hacen las corridas de toros como parte de las festividades del pueblo.
Durante las montas, Mardonio y sus amigos se la pasaron tomando y ahí me di cuenta de que mi “padrino” tenía otras intenciones conmigo porque me agarraba la pierna y me abrazaba a cada rato. Yo no decía nada porque como andaba buscando un plan para salir de mi problema, pensé que ojalá y él se casara conmigo.
Cuando íbamos por la salida del pueblo ya era algo tarde y el camino estaba muy oscuro. Como los amigos de Mardonio llevaron carro, se fueron aparte y nosotros, solos, en el de él.
Antes de entrar a la carretera que va para Acapulco, se estacionó con el pretexto de querer hacer del baño; cuando regresó comenzó a decirme que me quería mucho y me abrazó. Yo le puse mi mano en su pierna, como para animarlo a que hiciéramos algo y él no se contuvo; me empezó a besar y a acariciar y yo hacía como que me resistía, pero no gritaba, ni nada. Ahí tuvimos nuestra primera relación sexual; fue algo incómodo, pero lo hicimos. Como estaba borracho, ni se acordó de ponerse un condón. Después lloré un poco, para disimular, y le pedí que nos fuéramos. Él me rogó que no les dijera a mis papás y me prometió que se iba a casar conmigo.
Al llegar, me bajé en silencio y entré a la casa.
Mardonio me siguió buscando y todavía salimos como dos semanas a dar la vuelta. Bueno, en realidad, me llevaba a un hotel que está rumbo a Tuxpan y ahí pasábamos como dos horas pero ya con mi consentimiento. Yo le pedía que no usáramos condón “para disfrutarlo más”, le decía.
En la primera oportunidad que pude hablar con Beto, le dije que no se preocupara, que ya estaba menstruando normalmente pero que no lo quería volver a ver. Al parecer, se alegró con mi mentira porque me dio un abrazo y se fue.
―¿Cuándo vas a pedir mi mano? ―le dije un día a Mardonio, como recordándole su promesa de casarse conmigo.
No contestó, se limitó a ver hacia el piso, pero ese mismo día, en la noche, fue a hablar con mis padres y a los ocho días nos casamos.
―Creo que vas a ser papá… ―le dije en la misma noche de la boda.
Él me abrazó y me juró que sería el mejor padre para nuestro hijo. Desde ese día me prometí que si teníamos una hija, trataría de conseguirle un padrino rico y guapo, como el que yo tuve.
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