Ángel perverso.
José I. Delgado Bahena
Apenas había entrado a la prepa cuando la conocí. Se llamaba Gabriela Plata y era un ángel. Un “ángel de amor”, le decía yo. En realidad, ella era amiga de Josué, uno de mis mejores amigos, y le gustaba a él para novia pero no se atrevía hablarle. Como Josué y yo nos confiábamos todo, un día me la presentó porque quería que le diera mi opinión sobre ella. Lo curioso fue que cuando la conocí, no me interesó para nada pero se me ocurrió lanzarle los canes sólo por molestar a mi amigo, y picarlo para que se animara a declarársele.
Lo malo fue que Josué me dijo que Gaby se sintió atraída por mí pero me daba largas sólo para hacer que me clavara con ella.
La verdad, este enredo lo hizo el mismo Josué, porque gracias a él Gaby conoció a Julio, quien era como un hermano para mí. Nos queríamos mucho.
Entonces, ocurrió que Julio y Gaby entablaron una amistad muy fuerte. Pero bueno, a mí Gaby no me interesaba porque andaba tras los huesitos de otra Gaby que no me hacía mucho caso.
Julio se enamoró de Gaby Plata pero ella, aunque le decía que lo quería mucho, jamás le correspondía. Sólo le daba alas y lo hacía volar por las nubes pero nunca lo hacía aterrizar en su corazón.
La otra Gaby me atraía mucho y en ocasiones me sentía muy enamorado al llegar con ella pero a los cinco minutos la sentía insoportable; así que decidí mejor dejarla por la paz y seguir solo hasta el quinto semestre.
Julio seguía muy enamorado de Gaby Plata y en ocasiones tomábamos algunas cervezas y ya borrachos llorábamos juntos por su insatisfecho amor.
Pero un día, estando conectado en el Messenger, Gaby Plata me dijo:
−Hola Cristian, ¿por qué no me hablas?
−Por una sencilla razón –le dije−: sabes que quiero mucho a Julio y no me gustaría perder su amistad.
−Pero estás interesado en mí, ¿o, no?
−Sí, pero no quiero interferir en su relación.
−No seas tonto −escribió−. Julio y yo no somos nada. Además él ya anda con Mónica, tu amiga.
Desde ese día nos comunicamos mucho con Gaby y fue creciendo en mí un sentimiento que me llevó a platicarle todo a Julio. Él me dijo que no había ningún problema y que se alegraba mucho por mí.
Así que Gaby y yo nos hicimos novios y comencé a vivir la experiencia más increíble de mi vida sin saber lo que ella y Julio, mi mejor amigo, me tenían preparado.
Para mí, Gaby era mi “ángel de amor” y la amaba cada día más; pero como venía a la escuela desde Huitzuco, sólo la podía ver una o dos veces por semana y, según supe después, los demás días los pasaba al lado de Julio.
Ese año gané la oportunidad de ir a tomar un curso a Francia, en un intercambio que hizo mi escuela, y mi motivación de vida fue completa con mi novia y mi triunfo en los estudios.
Para despedirme de los cuates, organicé una fiesta en mi casa teniendo, por supuesto, a Julio como mi principal invitado. Ya borrachos, él me confesó varias cosas que evidenciaron una traición innegable de él y Gaby.
Lo que más me dolió fue que una tarde, según Julio, me compraron un regalo de navidad, juntos, y entonces se besaron y se dijeron cosas lindas.
En la primera oportunidad, le pregunté a Gaby sobre lo que me contó Julio y se lavó las manos diciendo que él la había besado. Después le reclamé a mi amigo y me contestó, con un tono de indiferencia, que ella le seguía dando alas y que lo sentía mucho.
Con ese nudo me fui Francia. No podía deshacer la trabazón de los celos y la desconfianza. Estando allá lo intenté embarcándome en relaciones pasajeras y superfluas con dos compañeras mexicanas y una francesa que sólo me sembraron en el alma la semilla de la frustración.
Regresé con ese sentimiento de culpabilidad y sin apagar el fuego de los celos hacia Gaby, lo que nos llevó al desastre en nuestra relación.
Pero lo peor fue que Julio, al ver que yo no quería más su amistad, terminó de matar mi amor por Gaby al contarme que ella sólo me buscó para darle “picones” a él porque se enteró que ya tenía un noviazgo con Mónica.
Desde ese día, Gaby dejó de ser mi “ángel de amor” y se convirtió en mi “ángel perverso”.
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