sábado, diciembre 11, 2010

EL ARTE DE ESCRIBIR

José I. Delgado Bahena



El arte de escribir.


Después de que he recibido mensajes a mi correo y a mi celular preguntándome sobre mis orígenes como escritor y poeta. Sin remedio, tengo que enfrentar estas cuestiones no sin antes consultar a mi corazón para aceptar que, antes que todo, soy poeta.


Y como poeta, escribo para desahogar la necesidad de expresar por medio de las metáforas lo que a conciencia y de frente no he podido decir. En cierta manera, con esto confirmo lo sustancial que es para los poetas el escribir: es expresar de manera subliminal nuestras emociones, nuestras preocupaciones y nuestra forma de ver la vida.


Conocí la poesía y me embarqué a navegar entre sus rebeldes aguas sin miedos y sin prisas. Ahora aspiro, por medio de las palabras, a hacer llover en el desierto de los corazones áridos, iluminar los caminos ciegos de los ojos tristes, entibiar las almas de los cuerpos fríos y alentar las pasiones de los sueños rotos.


Porque, finalmente, ¿cuál sería el objetivo del poeta si no es el de desempolvar los sueños, la melancolía, la fantasía, para, con sus propias alas volar para alcanzar las estrellas?


Escribo poesía desde la adolescencia, con la frescura de las motivaciones juveniles que te hacen retar y enfrentar al mundo y te vuelven atrevido, apasionado y loco. Y con esa locura, no medí las consecuencias y me dejé atrapar en la red de las palabras de otros que eclipsaron mi intelecto con sus imágenes y sus retóricas.


Conocí a Sor Juana, a Góngora y Quevedo y me deslumbraron con su barroquismo. Descubrí que dos hermosas estrellas me habían mirado desde el rostro de mi amada; que en su aliento respiraba el perfume de las rosas y que en sus labios yo probaba la fruta más fresca y más dulce.


Conocí a Neruda y también quise escribir versos tristes. Y en una noche de melancolía, me puse mi boina roja y me tiré al mar, como López Velarde, sin conocerlo, quien, con una gran desesperanza le pregunta a su hermana Fuensanta: “¿Tú conoces el mar? Dicen que es menos grande y menos hondo que el pesar”, y termina implorando: “Hermana, dame todas las lágrimas del mar”.


Supe de García Lorca y me dije: préstame tu caballo, bardo, cálzame tus espuelas, acompáñame con tu guitarra, que esta oda la escribo yo. Y me enamoré de los campos españoles, de las mujeres andaluzas y del lagarto llorón que está en el lago con su lagartita.


Así, mi alma recorría los caminos solitarios con las únicas compañías, valiosas e incomparables compañías de Gabriela Mistral, Alfonsina Storni, Bécquer, Heine, Leopardi, Pedro Garfias…


Ya en estas andanzas tuve la fortuna de conocer a muchos otros que, a fuerza de estar comprometidos consigo mismos, dejaron a un lado obligaciones y deberes y tomaron como única la gran responsabilidad de tejer ilusiones con hilos de dolor y, por supuesto, de amor.


Entre ellos, el poeta chiapaneco Jaime Sabines, quien con sus versos cotidianos enamora a los desenamorados y vuelve lúcida la opacidad del amor doliente.


Pero, sobre todo, escribo no como un arte, sino como una forma de darme a los demás a través de la literatura. Y esto que les ofrezco es, no sólo una parte de mí, sino todo lo que de mí tengo.


Agradezco a quienes me escriben, por sus palabras, por su aliento; pero, más que nada porque me leen. Desde mi libro de poesía “Malditas palabras”, hasta el más reciente “Huilotl Texotli”, pasando por los textos que aquí me publican: “Manual para perversos” y sin olvidar, por supuesto la novela que me ha dejado muchos buenos recuerdos: “La noche de las cabras”, todas mis obras han brotado desde mi sangre escurriendo por mis dedos, por eso es una parte muy humana que he dejado sobre muchas hojas de papel y que con amor y dolor, les ofrezco.


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jose_delgado9@hotmail.com

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