miércoles, junio 16, 2010

MANUAL PARA PERVERSOS

“EL MEJOR PADRE…”
José I. Delgado Bahena
Ya sé, dirán que estoy loco, que lo que he hecho no lo haría un padre “normal”, común y corriente o, como se dice: “un buen padre”. Es decir, un padre chapado a la antigua, con nuestras tradiciones mexicanas: borracho pero trabajador, mujeriego pero hogareño, parrandero pero cumplidor con la vieja. En fin: vivido pero fiel. Como decimos siempre: atendiendo las capillitas pero respetando a la catedral que tenemos en casa.
Pues no, da la casualidad de que no soy un padre “normal”. He formado a mi familia: mi mujer y mis dos hijas. Ellas son la única familia que tengo y soy el único familiar que ellas tienen.
La semana pasada vino mi dizque suegra, muy encabronada y me dijo: “Adulfo, si no dejas de hacer tus porquerías, Dios te va a condenar y te irás al infierno”.
¡Hazme el favor! La pinche vieja hipócrita hablándome de Dios y del infierno, cuando hizo hasta lo imposible por separarme de mi Estelita. “Ese hombre no te conviene, es un depravado”, le decía. Por suerte mi viejita no le hizo caso, siguió conmigo y hasta me dio dos hermosas hijas.
Desde que terminé mi carrera de Ciencias de la comunicación y quise ser locutor de radio o conductor de televisión, supe que mi destino eran los medios de comunicación; por eso me metí a escribir una columna en un periódico de la ciudad. Claro, mi trabajo ahí no duró. La verdad, es muy poco lo que pagan y no se me daba eso de andar “chayoteando” a la gente importante. Mejor acepté la chamba que me dio mi “cuatacha”, la presidenta municipal, en la oficina de Comunicación social del ayuntamiento. Ahí sí me di la oportunidad de hacer algunos biznes que me permitieron ganar unos pesos más para que mi Estelita se olvidara de su intención de trabajar en el salón de belleza de su prima.
Pero bueno, con todo este rollo de mi chamba hasta olvidé que les hablaba de lo que hice que provocó que me trajera a la situación en la que me encuentro. Ah, pero no me arrepiento eh, “quien esté libre de culpa…” ¿Cómo iba a saber que la más chica de mis hijas se haría de un novio en la prepa, a pesar de lo prohibido que lo tenían? Sabían, las dos, incluso la de la universidad, que el tema de los novios no formaba parte de nuestro vocabulario. Digo, ¿para qué querían chamacos apestosos que se la pasan en la calle fumando y sudando, si en casa me tenían a mí?
Estelita me dijo un día: “ya viste que Salomé se arregla y se pinta más de la cuenta para irse a la escuela?” Y yo, con lo confiado que soy, pensé que sólo quería agradarme la pupila y la dejé que luciera su hermosura en la calle y con sus compañeras del colegio. Pero un día que quise darle la sorpresa esperándola junto a la gasolinera que está cerca de su escuela, la voy viendo… ¡abrazada de un pinche escuincle del bachillerato! No, mi coraje no se mide con lo rojo que se me puso la cara, porque de ser así habría incendiado la ciudad.
Por supuesto, la subí al carro y la llevé a casa. Ya se encontraban ahí Dona, mi otra hija, y Estela con la comida lista. El drama fue lo que nos alimentó ese día. Nadie probó el mole que mi Estelita había preparado. Las preguntas iban y regresaban sin respuestas. Faltaba un mes para que Salomé cumpliera los dieciocho años y entonces pudiera probar, ella, como fue con Dona, su iniciación en la sexualidad, en su primera vez, apoyada por mí, desde luego.
Así que Estela y yo estuvimos de acuerdo en que debíamos ahorrarnos ese mes y llevé a Salomé a su recámara. Le adelantaría su iniciación sexual para no correr riesgos de que un pelafustán nos agandallara y la tomara para él.
¡Oh, decepción! ¡Salomé ya no era virgen! Cinco puñetazos y diez cinturonazos la dejaron tirada en el piso de su cuarto y salí a informar a Dona y a Estela de la deshonra en que nos había metido la puerca de mi hija menor.
En ese momento llegó la policía. Ni cómo impedir que entraran. Levaban una orden basada en una denuncia que el pinche chamaco había hecho. Se llevaron a Salomé al hospital y a Estela y a mí al reclusorio. Dona se quedó en la casa. Nos ha venido a ver, pero más por lástima que por apoyarnos. Dice que las dos declararán en nuestra contra.
La verdad, no veo ningún problema. Dona era mayor de edad cuando la inicié sexualmente, Salomé ya no era virgen y, además, mi vieja estuvo siempre de acuerdo; pero, lo más importante: ellas eran mis hijas, yo las hice, así que podía decidir sobre sus vidas, ¿o no?

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