miércoles, junio 23, 2010

MANUAL PARA PERVERSOS

“VENENO PARA RATAS”
José I. Delgado Bahena

¿Ya viste Rafael, por andar con tus loqueras lo que te pasó? Te lo dije: ya deja que la pinche vieja diga lo que quiera de ti, al final no le queda más que apechugar; su hija ya está contigo y hasta tienen un chamaco que les está robando el ánimo; pero no, seguiste de caprichudo y hartando a Dios.
Me acuerdo… desde antes que te juntaras con la Amalia, convivías con los rucos y dijiste que eran tus segundos padres. ¡Vaya!, hasta les ofrecieron un terrenito a un lado del de ellos para que se hicieran un cuartito y ahí vivieran mientras hallaban un lugar mejor. Y ai’ vas, de arrimado, con tu carota alegre y tu sonrisota de payaso, aceptando sus condiciones pa’ juntarte con tu vieja.
No, si no se me olvida lo que me platicaste: el diez de mayo, cuando ni siquiera te acordaste de nuestra madre, sólo por quedarte a chupar con tus suegritos, fue que comenzó a cambiar todo. Ya pedos, la vieja te champó todo lo que les apoyaban y la mala vida que le dabas a su hija con la miseria que te pagaban de chalán y hasta te dijo que, en una de esas, el chamaco ni era tuyo. ¡Huy!, desde entonces le agarraste tanto odio que no descansabas buscando la manera de cómo matar a la bruja de tu suegra.
Hasta risa me da, Rafael, porque hiciste muchas tarugadas. Sólo a ti se te ocurre ponerle veneno para ratas a la carne de su comida. De pura suerte que se le quemó el chile de ciruela y lo único que provocaste fue una mortandad de perros que hasta a los de los vecinos les tocó, por comer la carne envenenada, si no quién sabe, segurito ibas a dar al bote.
Aunque bueno, la mera verdad, hasta a mí me daba coraje por todas las sinvergüenzadas que la vieja te hacía. ¡Mira que darte con la cazuela del pozole en tu mera cabezota, nomás porque llegaste bien briago insultando a Amalia! No, si se armó tal escándalo que hasta el tío Moisés, que es un alma de Dios, quería comerse viva a la arpía de tu suegra. Pero ni así te saliste de ese nido de culebras, nomás por la esperanza de estar cerquita para tener la oportunidad de darle su pasaporte. Y ella, como bien sabe hacer: siguió escupiendo sus chismes para ver si te alejabas de su hija.
Lo que de plano te enmuinó fue cuando te dijo que Miguel, el antiguo novio de Amalia, que había llegado del norte, con su camionetota, la pretendía otra vez, y ella no le decía que sí, pero tampoco que no. Por esas razones le diste más duro a la tomadera y una vez hasta le mentaste la madre a Miguel cuando estaban en el billar, nomás por los chismes de tu suegra; y él, que no sabía nada, te disculpó y te dijo: “Ya vete a dormir, estás muy borracho”.
¿Te acuerdas, Rafael, cuando me pediste que te consiguiera una pistola con mi amigo el judicial, porque ya te había llenado el buche con sus embustes tu “segunda madre”? ¡Ja, ja, ja,! Discúlpame, hermano que me carcajee. Sólo hiciste el ridículo: se te olvidó ponerle las balas, y Plácido, tu suegro, casi te mata a cachazos con tu propia arma. De plano, de plano, estabas destinado para ser güey dos veces.
Lo malo es que con eso, la maldita bruja se enteró de tus intenciones y no sólo estaba prevenida, sino que insistió en sus indirectas y ‘ora ella quería mandarte a descansar desde antes.
Todos nos dimos cuenta, pa’ qué negarlo, ni siquiera disimuló la méndiga, porque anduvo preguntando por “la bala”, que para nadie es un secreto que hace sus trabajitos por un billete y los saca del partido nomás por la lana que le den. Quién sabe si él haya aceptado, pero desde entonces, en la casa, todos andábamos con temblorina pensando en la hora en que nos dijeran que te habían metido un plomazo.
¿Y ‘ora Rafael? ¿A quién le echamos la culpa? Ya ves, por fin te saliste; mejor dicho: te sacaron, con las patas por delante. Y aquí estás: estirado, viendo “pa’ dentro”, como las iguanas. Todos estamos inconformes porque lo más seguro es que la vieja te ganó. Don Chano nos dijo que la bruja fue a comprarle un bote de veneno, dizque porque andaba una ratota acechando su casa.
Todavía ayer, después del fut, nos tomamos un cartón de las negras en la tiendita, y te fui a dejar de aguilita, totalmente perdido, y hoy amaneciste nomás volteado y vomitado. Así te encontramos después de que la Amalia vino corriendo a decirnos que estabas bien muerto.
¿A quién le echamos la culpa, Rafael? Tu vieja no suelta la sopa y pues, tú, que podrías decirnos, ya vas camino a las regaderas. Lo más seguro es que te expulsó tu suegra pero, ¿cómo lo probamos?
Escríbeme a:
jose_delgado9@hotmail.com

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