Elegí estar solo,
sin ti,
y me fui a la cama.
¡Qué curioso!,
he escrito ya el final
de este poema que tiene una historia larga.
Alguna vez te pregunté:
¿por qué esta aventura comenzó
sin saber cómo habría de terminar
y le llamé:
(no sé por qué)
“Historia urbana”?
Y te escribí veintitrés poemas
en los que sólo de tus ojos tibios,
como un estúpido,
yo hablaba.
Después llegaron juntos,
en un enredo:
el amor, la cobardía, las dudas,
el tiempo detenido, las mentiras,
las palabras;
pero, todo junto, no sirvió de nada:
hoy cerramos el telón
en el último acto
de esta obra que fingimos
y a la que debí titular:
“La casa de la nostalgia”.
Porque una vez más probamos a ver
si podíamos recuperar
el amor y la confianza
y dijimos
que íbamos a cambiar las cosas que,
a los dos, no nos gustaban;
y todo fue un fracaso:
la lluvia no llegó
y sigue lastimando la resequedad del alma.
Por eso, antes de que yo te odie,
y que tú sigas jugando
con promesas falsas,
es mejor la despedida
cuando aún amo tu sonrisa
y me quema tu mirada.
Sin embargo, todavía,
quise escribir (como Neruda) para ti,
estos últimos versos
antes de irme,
solo, sin ti,
al refugio de mi cama.
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