miércoles, junio 07, 2006

EPISTOLARIO II

SEGUNDA JORNADA
7 de junio
Es tonto, lo sé, escribirte en este lugar que todos leen menos tú. Quizá por eso lo hago, porque no me atrevo a decirte con palabras, de frente, lo que te he dicho en silencio con mis ojos. Y seré un maldito cobarde por siempre que se arrancará la piel tira tras tira, desde la frente hasta la punta de los dedos, antes de decirte que te vayas. Ayer quise hacerlo pero terminé vencido entre tus brazos, remando con mis dudas en las olas de tu cuerpo, bebièndome tu aroma, tus ansias desbordadas y la frescura de tus besos.
Y es lo que pasa permanentemente: te digo no, con mi voz temblando, y tú dices sí y sabes que ya me estás dominando.
Y aún me pregunto si te quiero a pesar de tus pasos ciegos, de tus palabras hirientes, de tus miradas llenas de desprecio. Digo que no y estoy muriendo, le grito al viento que sí y es el remedio.
Por fortuna me quedan mis huesos y mis dedos, la cama de mi abuela en las que a veces duermo y el sombrero de charro del tío José que rescaté temblando de su cajón de muerto. No es mucho lo que tengo pero es bastante. Ojalá un día me devuelvas las orillas de luz de mi luna de plata, la hormiga silenciosa, el péndulo dormido, el mar, los cascabeles, la lluvia y mi corazón que te llevaste en esa madrugada de los azules de oro que adornaron mi cama.
Por lo demás, es lo de menos. ¿Qué puede hacer el hombre que vive una vida prestada? Sólo una cosa: ser honesto y entregarla.
Cuídate mucho, toma tu medicina y no olvides que sin ti soy un ave que no vuela y que no canta.

No hay comentarios.: