Ayer fuimos dos semillas
que,entre la tierra mojada
del azul de la esperanza,
una perla se hizo tierra
y la otra una lágrima;
ayer fuimos un soneto
que en secreto una rima
a la luna le arrancaba
y el soneto se hizo llanto
que fluyó de madrugada
entre las arenas tristes
que reposan en la playa;
también fuimos sol de invierno,
flor y espina, cruz y espada,
maldición y rezo,
serpiente traicionera,
sangre de oro, corazòn de plata.
Pero ahora somos humo
y medalla de hojalata:
eres rencor, soy cobardía,
somos odio en la mirada.
Para ti, Noè, con mi agradecimiento por tu agradable compañìa de esta mañana en el evento cultural. Gracias por tu amistad.
POEMAS, CUENTOS, COMENTARIOS, SUEÑOS...
jueves, mayo 25, 2006
lunes, mayo 22, 2006
XOCHITONALLI
(Energía de las flores)
Hay días en que por alguien se piensa...
Entonces, a propósito del día “De la mujer proletaria”
se me ocurre que, estas mujeres,
son el producto de sus aconteceres.
No son las mujeres libertarias, o liberadoras,
como creen serlo.
Son mujeres que intentan la mutación tumultaria
y demandan
y exigen noches resplandecientes.
Así ocurre:
surgen, brillan, estallan y sueñan.
Se tienden juntas, en sus hamacas,
para recuperarse y trasplantarse el corazón estrella
para después hundirse en un sol atónito,
ingenuo,
desesperadamente despierto.
Luego, en el centro de sus consentimientos,
aceptar en desandar, a tientas, corriente arriba,
con los pies metidos
en el charco de sus apreciaciones.
Ellas son íntimas y señalan su ruta silenciosa
hacia la meta punzante.
Son proletarias a medias.
Quieren ser de tres cuartos, pero no de tiempo,
de rencores.
Cuando gritan no hay ética, pudor o inteligencia;
sólo cumbres extremas de madurez y misterio.
Por las tardes lloran con su mente ajena
a las acusaciones de sus transcurrires;
lloran amando la luz, la noche, el frío,
el tiempo, el color, los amigos y los enemigos
con una dualidad posible, compaginada y plena.
Así son.
En el tiempo de la cercanía
se alejan
para regresar envueltas en la cotidiana costumbre
de ser incompatibles a la necesidad del macho.
Ellas mismas son historias inconclusas
de su realidad fantástica.
Vecinas democráticas, plurales y pobres.
Mujeres diferentes,
con cien ojos y cincuenta lenguas:
tan propias y tan ajenas.
(Energía de las flores)
Hay días en que por alguien se piensa...
Entonces, a propósito del día “De la mujer proletaria”
se me ocurre que, estas mujeres,
son el producto de sus aconteceres.
No son las mujeres libertarias, o liberadoras,
como creen serlo.
Son mujeres que intentan la mutación tumultaria
y demandan
y exigen noches resplandecientes.
Así ocurre:
surgen, brillan, estallan y sueñan.
Se tienden juntas, en sus hamacas,
para recuperarse y trasplantarse el corazón estrella
para después hundirse en un sol atónito,
ingenuo,
desesperadamente despierto.
Luego, en el centro de sus consentimientos,
aceptar en desandar, a tientas, corriente arriba,
con los pies metidos
en el charco de sus apreciaciones.
Ellas son íntimas y señalan su ruta silenciosa
hacia la meta punzante.
Son proletarias a medias.
Quieren ser de tres cuartos, pero no de tiempo,
de rencores.
Cuando gritan no hay ética, pudor o inteligencia;
sólo cumbres extremas de madurez y misterio.
Por las tardes lloran con su mente ajena
a las acusaciones de sus transcurrires;
lloran amando la luz, la noche, el frío,
el tiempo, el color, los amigos y los enemigos
con una dualidad posible, compaginada y plena.
Así son.
En el tiempo de la cercanía
se alejan
para regresar envueltas en la cotidiana costumbre
de ser incompatibles a la necesidad del macho.
Ellas mismas son historias inconclusas
de su realidad fantástica.
Vecinas democráticas, plurales y pobres.
Mujeres diferentes,
con cien ojos y cincuenta lenguas:
tan propias y tan ajenas.
viernes, mayo 19, 2006
POEMA PARA MI PUEBLO: TOMATAL
POR LAS CALLES DEL RECUERDO
Envuelto en luces de plata,
a lo lejos, se ve el pueblo
que aún duerme entre la gloria
de los últimos luceros.
Yo camino, respetuoso
de esa quietud y el silencio
que rueda sobre las calles
dolorosas de mi pueblo.
Pero mis pasos tropiezan
con una piedra y siento miedo
porque escucho los ladridos
del más bravo de los perros.
Un respiro de confianza
me regresa el alma al cuerpo,
porque sus pasos arrima
un señor de andar ligero;
él regresa del trabajo,
pues se emplea de mesero,
es don Corne, buena gente,
que me saluda sincero.
Otra vez camino solo,
pero amanece, y es bueno
el viento de la mañana
que se lleva los espectros.
Antes del guardaganado,
que ejidatarios pusieron,
hay un pequeño obelisco
que se ha ido destruyendo.
Dicen los que todo saben
que ahí cayó, sin resuello,
un general zapatista
de famoso regimiento.
Epifanio Rodríguez fue
su nombre, pero me alejo
y prosigo mi camino
por las calles de mi pueblo.
Amanece y voy llegando
a la placita del centro
donde, en las noches, se luce
con alegre movimiento.
Aquí venden, las señoras,
los sabrosos alimentos:
el pozole, los tamales
y los taquitos de queso.
La tía Marce y mamá Mele,
sentaditas, en sus puestos,
me saludan cariñosas
con sus ojitos risueños.
Allá, al frente, está el templo
de Jesús, el nazareno,
es patrono y protector
de lo propio y de lo ajeno.
Cada año es visitado
por la gente de otros pueblos,
le cuelgan sus milagritos
y disfrutan del festejo;
llegan de pueblos vecinos
a confiarle sus anhelos:
de Tepécoa y Tepochica,
los de Tuxpan son primeros.
Con sus corridas de toros,
con sus danzas y sus juegos,
¡cómo se alegra la feria
del patrono de mi pueblo!
Antes de llegar a casa,
aprovechando el sol nuevo,
voy a caminar ansioso
por el puente de concreto.
Ahí, junto, aún se observan
de la hamaca algunos restos:
es un puente colgadizo
que inventaron los abuelos.
Lo hicieron sobre la barranca
para unir un barrio nuevo
al que llamaron: “La Palma”
y es orgullo de mi pueblo.
En mi tierra hay muchos barrios
que me traen buenos recuerdos:
“Juanacate”, “Los amores”,
de “La Chancla” y el del “Centro”
Por supuesto: “Guadalupe”
es el barrio que más quiero
porque aquí viven mis padres
y sembré mi primer sueño.
Con el sol de la mañana
que calienta nuestro suelo,
he regresado a mi pueblo
¡y a la gente que más quiero!
Envuelto en luces de plata,
a lo lejos, se ve el pueblo
que aún duerme entre la gloria
de los últimos luceros.
Yo camino, respetuoso
de esa quietud y el silencio
que rueda sobre las calles
dolorosas de mi pueblo.
Pero mis pasos tropiezan
con una piedra y siento miedo
porque escucho los ladridos
del más bravo de los perros.
Un respiro de confianza
me regresa el alma al cuerpo,
porque sus pasos arrima
un señor de andar ligero;
él regresa del trabajo,
pues se emplea de mesero,
es don Corne, buena gente,
que me saluda sincero.
Otra vez camino solo,
pero amanece, y es bueno
el viento de la mañana
que se lleva los espectros.
Antes del guardaganado,
que ejidatarios pusieron,
hay un pequeño obelisco
que se ha ido destruyendo.
Dicen los que todo saben
que ahí cayó, sin resuello,
un general zapatista
de famoso regimiento.
Epifanio Rodríguez fue
su nombre, pero me alejo
y prosigo mi camino
por las calles de mi pueblo.
Amanece y voy llegando
a la placita del centro
donde, en las noches, se luce
con alegre movimiento.
Aquí venden, las señoras,
los sabrosos alimentos:
el pozole, los tamales
y los taquitos de queso.
La tía Marce y mamá Mele,
sentaditas, en sus puestos,
me saludan cariñosas
con sus ojitos risueños.
Allá, al frente, está el templo
de Jesús, el nazareno,
es patrono y protector
de lo propio y de lo ajeno.
Cada año es visitado
por la gente de otros pueblos,
le cuelgan sus milagritos
y disfrutan del festejo;
llegan de pueblos vecinos
a confiarle sus anhelos:
de Tepécoa y Tepochica,
los de Tuxpan son primeros.
Con sus corridas de toros,
con sus danzas y sus juegos,
¡cómo se alegra la feria
del patrono de mi pueblo!
Antes de llegar a casa,
aprovechando el sol nuevo,
voy a caminar ansioso
por el puente de concreto.
Ahí, junto, aún se observan
de la hamaca algunos restos:
es un puente colgadizo
que inventaron los abuelos.
Lo hicieron sobre la barranca
para unir un barrio nuevo
al que llamaron: “La Palma”
y es orgullo de mi pueblo.
En mi tierra hay muchos barrios
que me traen buenos recuerdos:
“Juanacate”, “Los amores”,
de “La Chancla” y el del “Centro”
Por supuesto: “Guadalupe”
es el barrio que más quiero
porque aquí viven mis padres
y sembré mi primer sueño.
Con el sol de la mañana
que calienta nuestro suelo,
he regresado a mi pueblo
¡y a la gente que más quiero!
lunes, mayo 15, 2006
TE ESTOY PENSANDO
En el silencio que raspa la noche
incrustada en mi cuarto,
te estoy pensando
como éramos ayer: gato y garabato, sol y agua,
viento y frío,
la luna en el retrato.
Pienso que te quería
con tu voz turbia, lejana y taciturna;
con las manos en el hielo,
con mi sangre hirviente
que se desliza en la conciencia del no olvido
entre el laberinto del perdón nunca exigido.
Y sé que estás, duramente,
permanentemente,
como un grito callado,
como una revelación acobardada,
como un sueño no soñado,
como una guerra perdida
que dejó un corazón -el mío-
minusválido.
Te estoy pensando y te conozco allá:
en el otoño recobrado,
en la espiga derrumbada,
en la llaga oxidada,
en el sueño interrumpido,
rasguñándome,
como siempre,
el alma.
jueves, mayo 11, 2006
REVOLOTEAS EN MIS BRAZOS
"Revoloteas en mis brazos
que te cobijan y te dan calor
mientras tus dulces besos
me llenan de emoción."
Es un lugar de oro
el que se forma en mi corazón,
con tu sonrisa el cielo canta
las dulces notas de una canción.
Con la colaboración de mi amigo Noé, (El de la foto, los primeros 4 versos son de él), este pequeño poema dedicado para su novia.
domingo, mayo 07, 2006
NO ME PREGUNTES POR ELLA
No me preguntes por ella
si conoces la respuesta.
No me mires a la cara,
esa pregunta me pesa,
y si debo contestarte
te diré:
que ella me ha aceptado
cuando tú me rechazabas.
Ella,
la que te causa este dolor,
estas ansias,
me brinda su comprensión,
su ternura y hasta su casa,
y mis noches vacías,
las olvido entre sus sábanas.
Por eso hoy te contesto,
porque tú me lo reclamas
con tus ojos malheridos
y tus sombras apretadas
que si supieras
cuántas noches ya pasamos
con las almas incendiadas,
sin reproches, sin temores,
sin reclamos ni esperanzas;
porque los dos bien sabemos
que nuestro tiempo se acaba
cuando el reloj nos avisa
y la luz nos amenaza.
Por eso, hoy que preguntas
con la derrota en tu cara,
que no sé qué, no sé cuánto,
ni sé dónde, ni qué pasa;
yo tan sólo te contesto
que no sé de qué me hablas.
No me preguntes por ella
si conoces la respuesta.
No me mires a la cara,
esa pregunta me pesa,
y si debo contestarte
te diré:
que ella me ha aceptado
cuando tú me rechazabas.
Ella,
la que te causa este dolor,
estas ansias,
me brinda su comprensión,
su ternura y hasta su casa,
y mis noches vacías,
las olvido entre sus sábanas.
Por eso hoy te contesto,
porque tú me lo reclamas
con tus ojos malheridos
y tus sombras apretadas
que si supieras
cuántas noches ya pasamos
con las almas incendiadas,
sin reproches, sin temores,
sin reclamos ni esperanzas;
porque los dos bien sabemos
que nuestro tiempo se acaba
cuando el reloj nos avisa
y la luz nos amenaza.
Por eso, hoy que preguntas
con la derrota en tu cara,
que no sé qué, no sé cuánto,
ni sé dónde, ni qué pasa;
yo tan sólo te contesto
que no sé de qué me hablas.
martes, mayo 02, 2006
TENÍAS RAZÓN
Un día te dije: ¡basta!
Y con esa palabra llena de nostalgia me tiré al abismo;
torcí los hilos de la madeja de este amor
que no tiene sentido,
me perdí en los días del adiós,
en las tardes sin sed, en la guerra de tu olvido.
Pero me preguntaste,
con tu voz de gitana y tus ojos sin brillo:
¿sabrás vivir sin verme?,
y en las noches sin luna, ¿podrás dormir tranquilo?
Tenías razón: aquí me tienes,
en el fondo del río que, inevitablemente,
me lleva a tu destino;
aquí me tienes, como caracol dormido,
besando tus cabellos y tus labios fríos,
comiendo de tu mano las migajas de amor en loco desvarío.
Tenías razón:
amo la luna de tus ojos, la sal de tus besos
y el fuego que te nace
en la oscuridad del miedo;
amo tus heridas,
las grietas de tu cuerpo y tus noches sin sueño.
Y ya no te maldigo cuando, por pensarte,
en mis solitarias noches no descanso ni duermo;
porque el dolor me brota
por los poros que llenaba tu cuerpo,
y es un rencor dulce que no mata el recuerdo
ni sacude el polvo de estos caminos que, a ciegas,
me llevan,
irremediablemente,
al fuego de tu sexo.
Un día te dije: ¡basta!
Y con esa palabra llena de nostalgia me tiré al abismo;
torcí los hilos de la madeja de este amor
que no tiene sentido,
me perdí en los días del adiós,
en las tardes sin sed, en la guerra de tu olvido.
Pero me preguntaste,
con tu voz de gitana y tus ojos sin brillo:
¿sabrás vivir sin verme?,
y en las noches sin luna, ¿podrás dormir tranquilo?
Tenías razón: aquí me tienes,
en el fondo del río que, inevitablemente,
me lleva a tu destino;
aquí me tienes, como caracol dormido,
besando tus cabellos y tus labios fríos,
comiendo de tu mano las migajas de amor en loco desvarío.
Tenías razón:
amo la luna de tus ojos, la sal de tus besos
y el fuego que te nace
en la oscuridad del miedo;
amo tus heridas,
las grietas de tu cuerpo y tus noches sin sueño.
Y ya no te maldigo cuando, por pensarte,
en mis solitarias noches no descanso ni duermo;
porque el dolor me brota
por los poros que llenaba tu cuerpo,
y es un rencor dulce que no mata el recuerdo
ni sacude el polvo de estos caminos que, a ciegas,
me llevan,
irremediablemente,
al fuego de tu sexo.
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