lunes, abril 10, 2006

EN CALMÉCAC






Como agua en el viento, como una luz en la orilla de la conciencia dormida, como una silueta desprendida de su cuerpo en la oscuridad de la noche, como todo eso y más son las emociones en las que el alma se sumerge al volver a pisar el escenario de este espacio al que dimos vida con grandes ilusiones desde lo que fue: un sueño, hasta lo que es: una realidad.
Desde que vislumbras su fachada con los logotipos de los tres grupos a los que cobija y que ellos mismos fortalecen: Reevolución, Transgresión y Yoatzin, hasta que vuelves a poner un pie fuera de su piso, aún de tierra, respiras letras, canto, fuerza, rebeldía, pasión. Porque son, en su mayoría, jóvenes, emprendedores, forjadores, creadores de cultura y creyentes en los más grandes anhelos. Encabezados por el más loco de los visionarios igualtecos: Luis Luna.
Pisar Calmécac, dejarse bañar por las sombras de la tarde-noche que cae envolviendo nuestras mentes con las notas temblorosas que ruedan sobre las maderas del piso del escenario, rodeado de grandes piedras.
Y yo, orgullosamente, me manifiesto haber sido parte de este proyecto al que tuve que abandonar por motivos de salud, y he sido un tremendo afortunado de estar nuevamente aquí en dos ocasiones ya: la primera en un recital poético musical en el que se presentó la cantante guerrerense Mar de Cruz, en una noche inolvidable para muchos, increíble para mí. Y es increíble porque tuve la suerte de haber sido invitado por la maestra Estela, directora de la revista Reevolución, quien organizó el evento, para presentarme con mis poemas acompañando la gran voz de Mar de Cruz.
Con las interpretaciones fenomenales de parte Mar: "Naila", "Ojalá", "Vámonos","Cardo o ceniza", "Te vi venir", etc, intercalando entre ellas mis humildes versos, dieron forma a una mezcla de emociones entre el canto y la poesía apoyados con la guitarra de su acompañante de Mar.
Noche increíble, repito, la del 18 de marzo. Afortunado yo, por convivir con el talento de esta gran intérprete que estoy seguro pondrá en alto el nombre de nuestro estado.
Y nuevamente, el pasado 8 de abril, el sentimiento se deslizó desde el escenario para incrustarse en nuestros corazones con los versos de Zel Cabrera. Pequeña poeta de corazón grande. Corta edad pero gran talento. Integrante del grupo Transgresión, me hizo el honor de invitarme al evento que presentaría allí, en Calmécac y la verdad que mis expectativas se quedaron cortas. La pequeña Zel no lo es más. Ha crecido como poeta y como ser humano. Nos ofreció una poesíamadura, plena, firme, valiente para decir sus creencias y sus convicciones a costa de parecerse mucho a la mujer de 40 años que no es aún.Porque nos llevó del amor total, al rechazo absoluto; desde su corazón brotaron las palabras de quien cree haberlo vivido todo y nos condujo por los laberintos del amor convertido en rencor, en egoísmo, en odio.
Noche de gran valor para Zel, acompañada de Óscar Valeriano, de Yoatzin, con su voz y su guitarra. Noche de Zel, quien con "los rayos silenciosos de la luna" tuvo la osadía de decicarle un poema a su padre ausente en el que le dice: mira padre, ésta soy yo, no la niña que aún quieres ver en mí. Su madre, por supuesto, orgullosísima de su hija, y no es para menos. Me atreví a decirle: "Qué bueno que la acompaña, no la deje sola, porque los poetas estamos rematadamente locos, y en esta locura, cualquier cosa puede pasar y no queda más que nuestras familias estén con nosostros, a nuestro lado, cuídandonos".
Pequeñas cosas que nos hacen vivir grandes momentos. Gracias Mar, gracias Zel, gracias Estela por invitarme. Hoy la luna de mis nostalgias se quedó guardada en mi bolsillo y un gran sol ilumina esplendoroso los sueños de esta gran realidad que es Calmécac.

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