Recuerdo que yo quería estudiar para ser médico. Pero, como todo en la vida, yo tenía una motivación: quería mucho a mi abuelita (la mamá de mi papá) y como siempre la veía en cama, enferma, deseaba estudiar medicina para poder curarla. Creo que desde entonces comencé a practicar mi caligrafía de médico. Ahora hasta pena me da mostrar mis manuscritos porque nadie los entiende.
Bueno, desgraciadamente mi motivación falleció cuando yo apenas tenía quince años y le lloré como se les llora a todas las abuelas cuando mueren pero más porque ya había perdido a mi primer paciente.
De cualquier manera no pude estudiar medicina. Mis padres me dijeron: "¿Decide qué quieres ser: maestro o campesino?" Y como desde la edad de los trece años ya había conocido las chingas (perdón pero así se dice en mi pueblo) del campo, acepté estudiar "aunque sea" para maestro.
Así que entré al CREN de Iguala con la ilusión de ser un maestro rural que, en mi comunidad, desempeñara los papeles que se les atribuía a los maestros de aquella época: médico, juez, arreglador de amores, secretario, consejero y maestro, claro.
Ahora, después de tantos años me he dado cuenta de que la ilusión no ha muerto y deseo trabajar en una comunidad rural, antes de jubilarme, después de hacerlo durante todo mi tiempo de docencia en el medio urbano.
Pero, ¿por qué cuento todo esto? Ah, porque estuve en la clausura de la escuela donde mi hija terminó su bachillerato y escuché los acostumbrados discursos saturados de mensajes sobre las metas, lo propósitos, los sueños de los bachilleres y me sirvió para reflexionar que, en la actualidad, son pocos los jóvenes a quienes les escuchamos referirse sobre la carrera que desempeñarán en el futuro con la emoción de quien se dispone a alcanzar las estrellas. Bueno, ni siquiera el brillo que en los ojos se advierte de quien sueña y se siente fuerte para enfrentar el mundo.
Por todo eso y porque, con el grupo de poetas Transgresión, de Iguala, estamos planeando muchas actividades culturales, siento que mis venas se llenan de una nueva vitalidad que me lleva a sentirme ilusionado y a vivir la emoción de hace muchos, pero muchos años, y en el horizonte veo aún un sol destellante y eterno que me dice: "¡Vamos, aún hay mucho por hacer!".
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