martes, junio 07, 2005

LEER A SARAMAGO

LEER A SARAMAGO
José I. Delgado Bahena

Para leer a Saramago (Portugués, Premio Nobel de Literatura) e internarse en sus textos y en su vasta obra, es necesario incrustarse en la psicología de sus personajes; arroparse en las palabras lúcidas o ciegas de su atrevimiento y luchar por el amor de Magdalena para arrebatárselo al Jesucristo hombre de su Evangelio, o, en la Caverna de la vida, con los ojos inundados de esperanzas, fabricar con artesanas manos, al lado de Cipriano Algor, la última ilusión que nos haga mantenernos de pie sobre las adversidades.
Quien se atreva a leerlo deberá llegar prevenido con sus interrogaciones y sus pausas, con sus emociones despiertas y con su espada desenfundada para enfrentarse consigo mismo, en una multiplicación de los sentimientos que aflorarán, entre la bruma del descubrimiento de su doble personalidad, en El hombre duplicado.
No hay de otra: el lector deberá ser la mujer del médico de El ensayo sobre la ceguera para guiar sus torpes pasos desde las líneas de la novela hasta su mismo transitar por la soledad de su existir.
Saramago se mueve, a sus ochenta y tantos años, con tanta liviandad, que asombra a los académicos con su estilo, que es su mejor arma para mantenerse en equilibrio constante entre la humildad y la soberbia.
Sólo después de leerlo podemos sentir el reflejo de la luz en el espejo que nos retrata el alma, y con la palabra desnuda, deslizándose desde nuestras conciencias, podemos declarar con el eco de su voz: “Nacemos, y en ese momento es como si hubiéramos firmado un pacto para toda la vida, pero puede llegar el día en que nos preguntemos Quién ha firmado esto por mí.”(Ensayo sobre la lucidez, Alfaguara, p.373).

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