Él era un muchacho como cualquier otro, se llamaba Gibrán, venía de la ciudad y llegó a mi casa. Sabía muy poco de él, en realidad casi nada, sólo que era hijo del poeta Guadalupe Sotelo y él, Gibrán, me reconoció en el autobús de México a Iguala en el que, una vez, coincidimos y viajamos juntos. Sin embargo, de inmediato advertí que no era "cualquier otro". Sus manos, como sus palabras, expresaban con gran vivacidad la parte de sus experiencias que me quiso compartir.
No sé; pero, al escucharle sentía como si su voz regresara desde sus dientes y luego se transformara en las imágenes que me describía.
"Siempre que voy a la casa de mi novia, veo a su abuelito, que está muerto -me dijo- y cuando presiento que algo me va a pasar se me pone la piel de gallina y me mareo".
Estábamos sentados en la sala de mi casa, platicando, mientras en la tele jugaban México en contra de Guatemala.
-Ahora, ¿no has sentido lo mismo? -le pregunté-.
-"Sí, por eso le digo" -me contestó-.
Su voz temblaba, pero me contó que desde pequeño le han ocurrido cosas inexplicables y que su papá tiene el mismo don, de manera que parecía algo hereditario.
Afuera, los grandes árboles que sembré en el patio se agitaban haciendo gran ruido por el fuerte viento que soplaba. Eran las diez de la noche.
-"Veo a los muertos" -dijo, con una luz parpadeante brillándole los ojos-.
Y le dije, en broma: -¿Ya te crees el del sexto sentido?, ¿sabías que ese don se les atribuye a los perros?
No me contestó. En ese momento entró mi hija (son amigos y compañeros del colegio). Ella, al verlo, lo abrazó emocionada. Sentí celos. Siempre me saludaba primero y me daba un beso. Él también se extrañó cuando vio que mi hija lloraba y le decía:
-¡Qué bueno que viniste a acompañarme! ¡Mi papá está muerto! ¡El autobús en el que venía se accidentó y todos murieron, ya no tardan en llegar con el cuerpo!´
Gibrán volteó a verme, con los ojos llorosos brillándole más aún, mientras con una mano se esforzaba por hacerse desaparecer, de uno de sus brazos, la piel de gallina que se dibujaba en su cuerpo.
Este cuento lo dedico para mi cuate Gibran Sotelo Moyano´quien, con su plática me inspiró lo que en él narro. Gracias. Espero que te guste cuate.
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