lunes, mayo 23, 2005

CUANDO SE VA UN SER QUERIDO

PALOMITA BLANCA

Y sucedió lo inexplicable.
Nos has dejado ya con nuestras pobres manos
huérfanas de ti,
apenas con la tierra seca que,
desolados,
amontonamos, sudorosos,
junto a las flores frescas.
Diecisiete días con sus noches,
hora tras hora, minuto tras minuto,
tu corazón cansado libraba la batalla;
y todos juntos, con las manos unidas,
por tu salud corrían nuestras lágrimas;
pero en un descuido,
con el viento tibio de la tarde,
Palomita Blanca,
te fuiste.
(¡Tan grande está la casa,
tan grande y solitaria!
¡Tan grande y sola tu silla favorita!
¡Tan fría y tan sola está tu cama!)
Y todavía nos viste entre la gente,
abrazados,
cantando para ti,
con el alma dolorida,
la canción del pescador que tanto te gustaba;
mientras el cielo, compadecido,
soltaba una llovizna que no refrescó
nuestras ardientes gargantas.
Ahora, nos queda tu recuerdo,
tu imagen viva
que es nuestro universo,
y tus pasos, por esta casa
en la que nos dejaste encendidos luceros.


Este poema lo comparto con ustedes, con un poco de tristeza,
pero con el orgullo de haberlo escrito a la memoria
de la señora madre de mi amigo Juan Carlos Rivera
quien falleció el año pasado y le prometí, a él,
que lo publicaría y estoy cumpliendo por la amistad
y el respeto que él, de mi parte, se merece.

Comentarios a mi dirección: jose_delgado9@hotmail.com

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