miércoles, febrero 23, 2011

MANUAL PARA PERVERSOS

Todo por la Feria de la Bandera.



José I. Delgado Bahena


Lo que son las cosas: Tana me gustaba, pero hasta que estuvimos en Iguala pude disfrutar, a ciegas, su hermoso cuerpo.
Todo comenzó desde que Miguel y yo decidimos poner un negocio para vender productos gringos que proporcionaran a la gente una vida más larga y llena de salud. Nos relacionamos con un agente de Tepito, en el D.F., y allá surtíamos la mercancía que distribuíamos en los pueblitos del Estado de México, en una camioneta que nos prestaba otro amigo, Raúl, a quien después decidimos invitarlo como socio.
El negocio es bueno. Como los pobres pueblerinos no saben de medicina, abren su morral y compran las pastillas que les llevamos con la promesa de que mejorarán sus condiciones de salud. Y luego, pues, Miguel tuvo la ocurrencia de comprarse una bata de las que usan los chamacos en los laboratorios de las escuelas y hasta médico parece.
En ocasiones, nos íbamos todos: Miguel y Tana, su esposa; Raúl y Lucy, su chava con la que vive en unión libre; y yo con Patricia, mi vieja. Trabajábamos toda la mañana, y por la tarde nos dedicábamos a conocer los lugares por donde andábamos.
Un día, Raúl llegó con la noticia de que tenía un cuate en el Ayuntamiento de Iguala y que le había conseguido un local, en los terrenos de la Feria de esta ciudad, casi gratis, para que vendiéramos nuestros productos.
No lo pensamos mucho. Sabemos que en estas fiestas llega mucha gente y todos llevan su buen dinero.
Total, que aceptamos la invitación pero, para atender el local, nos íbamos turnando y cada cuatro días nos tocaba estar en Iguala.
Pero esa vez, cuando pasó todo, la idea fue de Miguel.
−¿Qué les parece si este fin de semana, se vienen todos para disfrutar de la Feria y conocer el lugar? –nos dijo por teléfono a Raúl y a mí.
Los dos lo consultamos con nuestras viejas y a los cuatro nos pereció buena la idea, ya que esta ciudad de Iguala es famosa por el comercio del oro, por el hasta monumental y una bandera enorme que creo es la más grande del mundo.
Lo malo fue que no encontramos habitaciones libres en un hotel que nos recomendaron por tener un balneario muy bonito. Sólo había una habitación doble y una sencilla con king size. Decidimos alquilar las dos y dijimos que a ver cómo no acomodábamos. Como era temprano quisimos visitar el asta y nos dirigimos hacia el lugar donde está instalada. Es enorme y al estar cerca de ella impacta su majestuosidad; lo lamentable es que no estuviera la famosa bandera ondeando en todo lo alto. Es curioso, porque, al celebrarse la Feria de la Bandera, se hace sin la festejada.
Aquí viene lo bueno. Ya en la madrugada, después de recorrer los antros de la Feria y de consumir varias cervezas, nos fuimos al hotel, no sin antes pasar a un Oxo para comprar más bebidas.
Estando allá, nos reunimos en la habitación sencilla, con cama king size, y seguimos conviviendo. Como a la media hora, se fue la luz y nos quedamos en penumbra, sólo iluminados con algunos rayos de la luna que entraban por una ventana.
Como nos quedamos sin aire acondicionado, por falta de energía eléctrica, Raúl propuso que nos quitáramos la ropa, todos, y que así: desnudos, los hombres jugáramos a encontrar a nuestras mujeres. En la oscuridad, ellas comenzaron a moverse y nosotros, por lo pedos que estábamos y porque no veíamos nada, nos confundimos y agarramos a la primera que encontramos.
La verdad, yo tuve suerte, porque me topé con Tana, la vieja de Miguel, y como de por sí me gustaba, pues comencé a besarla, ella respondió y, al estar desnudos, pues, fue fácil atizar la hoguera que ya estaba encendida.
Así pasamos un buen rato, cada quien con otra mujer que no era la suya. Cuando llegó la luz, nos vimos sorprendidos teniendo sexo con parejas intercambiadas. Nadie dijo nada. Las viejas levantaron su ropa y, como si se hubieran puesto de acuerdo, se dirigieron en silencio a la otra habitación que habíamos rentado.
Para romper el hielo, Raúl exclamó: “¡Todo por la Feria de la Bandera, que se celebra sin bandera!” Soltamos la carcajada, nos pusimos nuestros bóxers y seguimos tomando.


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