Con olor a olvido
José I. Delgado Bahena
(Epistolario)
Es inútil, lo sé, escribirte donde todos leen, menos tú. Quizá por eso lo hago: porque nunca me atreví a decirte con palabras, de frente, lo que te dije en silencio con el aire de mis ojos. ¿Por qué fui siempre un maldito cobarde que se arrancó la piel, tira tras tira, desde la frente hasta las puntas de los dedos, antes de pedirte que te fueras? Un día quise hacerlo pero terminé vencido entre tus brazos, remando con mis dudas en las olas de tu cuerpo, bebiéndome tu aliento, tus ansias desbordadas y la frescura de tus besos.
Y así fue permanentemente.
Todavía me pregunto si te quiero a pesar de tus pasos ciegos, de tus palabras hirientes, de tus miradas llenas de desprecio. Digo que no y estoy muriendo, le grito al viento que sí y es el remedio.
Por fortuna me quedan mis huesos y mis dedos, la cama de mi abuela en la que a veces duermo y el sombrero de charro del tío José que rescaté, temblando, de su cajón de muerto. No es mucho lo que tengo pero es bastante. Ojalá un día me devuelvas las orillas de luz de mi luna plateada, la hormiga silenciosa, el péndulo dormido, el mar, los cascabeles y mi corazón que te llevaste en esa madrugada con los azules de oro que adornaban nuestra cama.
Por lo demás, es lo de menos. ¿Qué puede hacer el hombre que vive una vida prestada? Sólo una cosa: ser honesto y entregarla.
Cuídate mucho, no olvides que sin ti soy un ave que no vuela y que no canta.
***
A pesar de todo, te escribo.
Hay una nube de mosquitos rondando sobre tu recuerdo que no termina por dejarme.
Un día te dije que cuando te fueras de mi lado, moriría; pero el bueno de Dios dejó un ratito su pleito con las estrellas y me envió una gota de luz de sus ojos para iluminar mi soledad nocturna.
Hoy pensé en ti desde el amanecer, y las palabras, como moscas, se me insinuaron, golosas. Entonces, destapé el frasco de mis nostalgias y una a una las he derramado en este pedregal de corazones ciegos.
Por eso escribo sangre en vez de lluvia, y aún estoy en el desierto de mi vida sin luna. Un escorpión venenoso ha mordido mi cerebro y te pienso con llagas en la lengua y avispas en el cuerpo.
Eso es todo.
Maldigo tu recuerdo rodeado de mosquitos y maldigo la noche que enturbia mi descanso.
Voy a sembrar este día en la tierra del olvido para que no me duela pensar que aún te quiero.
***
Después de hablar y de tratar de explicar todo lo que no tiene otra explicación más que el desamor; después de explorar en la mirada, en el roce de los cuerpos, en el movimiento de las manos, en los gestos, en las palabras: todo se reduce al miedo, a la cobardía para decir lo que en la garganta quema y en el fondo del alma raspa.
Esto es más de lo que quiero escribirte, sin embargo. Ayer pensé en ti y recordé los días y las noches en las que nos comunicábamos ardiendo en el fuego de los sexos, con nuestros corazones enredados en el valor para enfrentar al mundo.
Y sin embargo, digo, nada ha quedado de lo que creíamos para siempre. ¿De quién fue la culpa? Es la pregunta que me hago cada noche rodeado del mutismo de tu ausencia. Y la mejor respuesta no me la dan ni el recuerdo de tus besos, ni tus abrazos, ni tus promesas falsas; la mejor respuesta, ahora, la entiendo en tu silencio.
***
Hoy me siento agradecido por todo lo que viví contigo. Y sé que soy un tonto, que debía aborrecerte por lo poquito que me quieres a cambio de lo mucho que te he amado. Pero te agradezco. Nunca me engañaste. Siempre supe que nuestra historia no tendría un final feliz, aunque muchas veces tratamos de ganarle la jugada al destino y nos creímos el sapo y la rana del cuento de hadas.
Ya ves: hoy me dices que me amas y que quieres estar por siempre a mi lado, sembrando sueños en la resequedad de nuestras nostalgias viejas.
Hace mucho te lo pedí, ¿recuerdas? Y tú, con una sonrisa, me dijiste: "imposible". Entonces, mi corazón se volvió azul violeta y se durmió en su cueva, invernando como un oso.
Sin remedio: el día que creímos lejano nos ha alcanzado y la luna taciturna guía nuestros pasos que nos separan y nos conducen por diferentes caminos; porque un día quise ser tu vida y no quisiste, y ahora que tú quieres, yo no quiero.
Adiós, cuídate.
Por lo poco que un día me quisiste, te agradezco.
Escríbeme a:
jose_delgado9@hotmail.com
1 comentario:
mencantó la entrada....lo acabo de descubrir,es de alguna novela suya?
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