jueves, julio 08, 2010

MANUAL PARA PERVERSOS

“MALDITA TENTACIÓN”
José I. Delgado Bahena
Germán tenía treinta y cinco años de edad y quince de haber ingresado al gremio de taxistas. Después de tanto presionar a su líder, de cubrir sus cuotas, asistir a las reuniones y cumplir con las obligaciones de la agrupación, por fin le había tocado su permiso ese año y desde entonces la presión de juntar lo de la cuenta era cosa del pasado. Trabajaba para él y sólo él decidía en qué momento llevaba a guardar el automóvil y se tomaba su tiempo para disfrutar de su familia.
Pero ese día fue distinto. Eran cerca de las diez de la noche y algunas nubes amenazaban con llover. Se disponía a retirarse de la improvisada base que tienen los taxistas a la salida del centro comercial, cuando vio una mano agitarse frente a él en clara señal de solicitarle el servicio.
“El último”, pensó. Acercó el auto hacia el joven dueño de esa mano y abrió la puerta delantera para que subiera. El muchacho, de aproximadamente veinte años, cerró la puerta que le ofrecieron y abrió la otra para sentarse en el asiento trasero.
Germán observó por el espejo las facciones y el vestuario de su cliente. Una playera ajustada a su cuerpo con el cuello desdoblado hacia arriba, el cabello alborotado, en el que se advertían líneas doradas y un tono que no le dejó dudas, le hicieron pensar: “este chavo es gay”.
−¿Cuánto me cobras a Tepécoa? –le preguntó el joven, acomodándose sus cabellos y dulcificando el tono de su voz al acercarse a Germán por el hueco de los asientos delanteros.
−¿Cuánto te cobran? –respondió el taxista con una pregunta.
−Pues… depende…
−¿De qué depende? –preguntó nervioso Germán mientras arrancaba el automóvil y avanzaba hacia la salida del estacionamiento.
−Ah, pues si me voy aquí atrás me cobran cien, pero si me voy adelante pago cincuenta o a veces hasta me pagan –dijo el muchacho con una sonrisa coqueta.
−Entonces vente para adelante –dijo Germán, pensando en aquella experiencia homosexual que en su adolescencia había tenido con su primo “Tetos”. Detuvo el taxi, aprovechando el semáforo−, vamos a ver si nos arreglamos.
El joven bajó del auto y subió al asiento delantero sentándose lo más cerca posible a la palanca de velocidades del tsuru.
−¿Cómo te llamas? –le preguntó Germán mientras giraba hacia la izquierda para tomar el boulevard y encaminarse rumbo a Tepécoa.
−“Nene” –contestó sonriendo el muchacho−. ¿Y tú?
−Germán.
−¡Ay, qué bonito nombre! ¿Eres de onda?
−No. ¿Por qué?
−Mmm… porque te quería proponer que entráramos por Tierra colorada, para platicar un poco más. Es que me caes muy bien y pues… eres muy guapo. ¿No te enojes eh? –solicitó “Nene” dejando caer su mano izquierda sobre la pierna derecha de Germán.
−No te preocupes, no me enojo. Está bien, nos iremos por ahí –aceptó el taxista quien, con el roce de la mano de su cliente su excitación iba en aumento y le causaba molestias en la entrepierna.
Cuando pasaron por el cruce de caminos en la desviación hacia Tierra colorada, caía una leve llovizna, pero “Nene” suplicó en el oído de Germán:
−¿Te puedes detener un momento aquí? Es que quiero hacer pipí…
−Si, por supuesto –dijo Germán orillándose y acomodándose sus genitales.
“Nene” bajó del taxi y dio la vuelta para ubicarse detrás del auto. Germán lo siguió viéndolo por el espejo. Ninguna luz se veía. La noche sólo la iluminaban algunos relámpagos lejanos que recortaban el contorno de los cerros. Tal vez por eso, o por estar atento al regreso de “Nene” al carro y porque, además, se había desabotonado el pantalón, suponiendo que le aguardaba un momento de placer; o por lo que haya sido, no advirtió las siluetas de dos hombres que se acercaron por el lado de su ventanilla, y tampoco supo cómo, a través del vidrio, le llegaron dos plomazos que le arrebataron la vida inmediatamente.
“Nene” se encargó de llevarse el dinero y las escasas pertenencias de Germán, quien cayó en el riesgo de la maldita tentación en esa noche lluviosa.
Escríbeme a:
jose_delgado9@hotmail.com

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