domingo, junio 18, 2006

EPISTOLARIO IV

CUARTA JORNADA
18 de junio
Después de hablar y de tratar de explicar todo lo que no tiene otra explicación más que el desamor; después de explorar en la mirada, en el roce de los cuerpos, en el movimiento de las manos, en los gestos, en las palabras: todo se reduce al miedo, a la cobardía para decir lo que en la garganta quema y en el fondo del alma raspa.
Esto es más de lo que quiero escribirte, sin embargo. Ayer pensé en ti y recordé los días y las noches en las que nos comunicábamos ardiendo en el fuego de los sexos, con nuestros corazones enredados en el valor para enfrentar al mundo.
Y sin embargo, digo, nada ha quedado de lo que creíamos para siempre. ¿De quién fue la culpa? Es la pregunta que me hago cada noche rodeado del silencio de tu ausencia. Y la mejor respuesta no me la dan ni el recuerdo de tus besos, ni tus abrazos, ni tus promesas falsas; la mejor respuesta, ahora, la entiendo en tus silencios.

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