DÉJAME LLORAR
Déjame a llorar, a solas, tu partida,
se reseca mi boca,
mueren las palabras
y se pudre la melancolía.
Déjame escribir un verso rebelde
en la orilla
de esta enorme soledad
que me lastima.
Ayer tus manos descansaban,
como palomas tiernas,
dulcemente, entre las mías;
hoy el hueco en el que duermo
es un tren cargado de amargura
que no va a ninguna parte,
a ningún espacio,
a ninguna esquina.
Déjame llorar por esta ausencia de mí
entre tus muslos morenos
que eran mi vida;
tengo sed de tus ojos
y tu voz se aleja en el buque
de una risa perdida.
Ya lo ves, derrotado me dejas,
sin un centavo de sangre redimida,
sin la esperanza que mojaba mis labios
cuando te nombraba
con el rayo de luz de tu luna esparcida.
Déjame llorar,
pero a solas,
no quiero que me veas
temblando, sin ti,
en esta noche fría;
tú no sabes qué profundidad tenían
mis palabras dolientes
cuando te preguntaba
si deseabas mi muerte
o si querías mi vida.
Déjame llorar, antes de que yo,
como tú,
inicie mi partida.
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