miércoles, agosto 17, 2005

OJALÁ QUE LA LUNA

OJALÁ QUE LA LUNA

Ojalá que la luna siga atorada allá, arriba,
en tus anhelos,
con su sonrisa de plata
y su diadema de oro;
aún cuando los enamorados tristes
la hagan descender hasta sus pechos,
y se regocijen con ella
bajo su piel y entre sus huesos.
Ojalá que su luz
se incruste en tu cabello
y te resplandezca el alma
para que, en mi ausencia,
encienda mi recuerdo.
Ojalá que tus ojos
ya no persigan formas luminosas
y que la luna sea
el mejor de tus espejos;
porque, ¿sabes?,
cuando te digo, con este dolor ciego,
que ya no voy a verte,
es porque mi corazón se quema
en el terrible y maldito
infierno de los celos,
y el sol cabe en mi puño tembloroso
en el que escondo el miedo
de que otra voz te diga, como yo,
que el amor vuelve
cuando me das un beso,
cuando tomas mi rostro entre tus suaves dedos,
o cuando nos miramos,
a la luz de la luna
que se enreda en tu pelo,
con los ojos del alma
que se hablan en silencio.
Ojalá que la luna siga atorada allá, arriba,
en tus anhelos,
para que nunca olvides
lo mucho que te quiero.

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