viernes, enero 15, 2010

MANUAL PARA PERVERSOS

¿CON QUIÉN VIVES?
José I. Delgado Bahena

Hace tres días, Macrina aún vivía con el “Pique”. Hoy, sentada en el banco de cemento de la celda del centro de readaptación en la que la han recluido, con la mirada fija en el piso destruido y con las manos apretadas entre sus piernas sudorosas, piensa y se pregunta mil veces si lo volvería a hacer y su respuesta es la misma las mil veces: no sólo lo haría otra vez, sino que trataría de matarlo con otras maneras, “para que sufriera más antes de que estirara las patas, el desgraciado”.
“Aquí estuvo la Matrona”, se lee en una de las paredes en la que ahora detiene su mirada para reconocer las sombras que le acompañarán durante catorce años, o siete, según sus cuentas, si mantiene buena conducta. Decidida, enciende el único cigarro que le permitieron las celadoras como atención por haberles “obsequiado” la cajetilla que Esteban, su hijo, le diera al visitarla esa mañana.
Ahora llora y le da la última chupada al resto del cigarro. “Pinche Esteban…”, piensa, “¿para qué te saliste de la escuela, cabrón?”
Todo fue muy rápido.
El “Pique” era su hombre, el de esos días, su padrote, pues, el que la cuidaba cuando salía del centro nocturno donde trabajaba todas noches y se quedaba a dormir con ella en el único camastro con el que contaban en su humilde vivienda que rentaba por seiscientos pesos para ella y su chamaco, Esteban, de quince años que estudiaba la secundaria.
Aquel día, el “Pique” la envió a la casa de un “amigo” a entretenerlo, porque, según él, le debía un “parote”. Era de tarde. Macrina salió confiada en busca del amigo del “Pique”; pero no lo encontró y lo que sí halló y vio con ojos desorbitados, al regresar a su casa, fue a su chamaco, Esteban, perdido de borracho, semidesnudo sobre la colchoneta que se tiraba en el piso para dormir en un rincón de la habitación y, sobre él, al “Pique”, haciéndole caricias obscenas y pervertidas.
Al “Pique” lo conoció dos meses antes en el mismo lugar donde trabajaba.
− ¿Qué pasó chula? −le preguntó.
−Nada −contestó ella.
− ¿Con quién vives? −indagó él.
−Hasta hoy con nadie, pero creo que me animaré contigo −respondió ella, sonriendo.
Desde entonces, él la llevaba y la esperaba para regresar juntos en un taxi. Él administraba los ingresos de sus “fichas” y de las comisiones por las bailadas. Él le daba una cantidad para que le pusiera unas monedas a Esteban en su mochila de la escuela. Él dirigía su vida y ahora lo veía abusando de la inconsciencia de su adolescente hijo.
Sobre la única mesa de madera que servía de comedor había cuatro botellas de cerveza vacías que, evidentemente, las habían consumido ellos. No supo cómo, pero la furia se apoderó de Macrina y con la fuerza y agilidad que no se conocía, tomó una, la rompió golpeándola sobre el piso y con el filo de la parte que le quedó en su puño, atacó el cuello del “Pique”, que no se había percatado de la llegada de ella, y un chorro de sangre cayó sobre el cuerpo desnudo de Esteban.
Ella misma salió en busca de la policía después de echarle una cubeta de agua a Esteban para despertarlo y hacer que se limpiara el cuerpo de la sangre del “Pique”.

No hay comentarios.: