martes, junio 27, 2006

EPISTOLARIO V


SOMBRAS EN LA CARA
El silencio que me cubre solitario, en el frío de madrugada, me hace extrañar tu cuerpo que, con amor, en mi cuarto me entregabas. Y he contado los minutos que se pierden en la nada, como el mar, como la arena o la brisa de la playa. Hace tiempo mis dos brazos eran leños que tu calor incendiaba, y tus ojos eran chispas que a las estrellas opacaban; hoy la luna se proyecta temerosa en mi ventana y, para no verme triste, se ha ocultado en la espesura de esta fría madrugada, porque no tengo tu cuerpo, ni tus ojos, sólo sombras en la cara.

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