sábado, noviembre 05, 2005

LA HERENCIA







El esfuerzo de la hormiga durante su labor,
el timbre con el que canta el agua que se precipita hacia la cascada,
la nube que descarga su torrente en las ciudades y las inunda,
el viento que derrumba árboles,
el rayo que desata los ladridos de los perros taciturnos,
la luna que se oculta enrojecida detrás de la montaña,
la mano del asesino ciego,
la mente del perverso,
los pies del dictador,
la llaga del corazón traicionado,
la mirada rencorosa,
las dudas, los recproches,
los temores de la melancolía,
el llanto amargo del artista harapiento,
la insatisfacción del moribundo,
el sudor frío de los enamorados no correspondidos,
la colilla del cigarro que levanta el vagabundo,
la tos del pequeño que despierta a la madre en la madrugada,
la risa de la hiena,
la paz de una casa abandonada,
la bondad del necesitado,
la angustia de la Tierra,
los intestinos de las bestias,
la rama trunca sobre la que cantó el jilguero,
la llave que no abre,
el Sol que no calienta,
el canto no cantado,
el poema nunca escrito,
el sueño no cumplido,
la vereda del mendigo,
la mano del mal amigo,
la carta extraviada y por años esperada,
las lágrimas que mojaron la mano golpeadora,
la mala palabra pronunciada en horas de arrepentimiento,
los libros malditos de los profanadores de tumbas,
la oración del desgraciado,
los besos del mal amor,
la sangre embarrada en el madero...todo esto y más,
al partir les dejaré, como herencia,
a mis valiosos lectores, con mi sincero afecto.

Dedico este texto a dos pequeños amigos (de edad) de corazón grande. Jahén y David.

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